Capítulo 42: Infierno Congelado.

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(N/A: Todos los diálogos en el capítulo que estén en cursiva, son dichos en italiano)

Bonna.

Todo a mi alrededor me parecía irreal, una pesadilla que jamás espere vivir. Los paramédicos que llegaron con la melliza me apartaron, ella se puso a su lado sin dejar que nadie la mueva. Gabo, mi pequeño, estaba siendo atendido con desesperación. Su cuerpo, grande y fuerte, me cubrió de las balas, aunque ellas fueran para el por mis decisiones del pasado. Tosía y balbuceaba, no decía nada coherente... Hasta que lo intubaron. Lo subieron a una camilla y se lo llevaron, tan rápido que no dio tiempo a procesar nada.

Sentada en el suelo acolchado, las imágenes de la última hora se reproducían en mi mente con velocidad. No esperaba verlo, aunque quería hacerlo. Celine lo anunció, dijo que no pudo prohibirle nada, intenté calmarla, después de todo ese era su derecho. Entrar y verlo parado en el ventanal fue una revelación y, a la vez, un dejavú. Con su postura imponente y el traje a la medida, era la viva imagen de cualquier hombre D'Grecco, un hombre digno de respeto y temor. A la vez, lo vi más claro que nunca: Gabi había nacido para ser grande. Él nació para ser un apoyo, un compañero leal... Para ser un hombre fuerte y honorable: igual a su padre.

Miré mis manos y mi blusa manchada con su sangre... Con eso las lágrimas comenzaron a caer como si salieran de una fuente. Era una escena tan... Similar a cuando Eli se fue. Yo, es por esto que nunca pude ir a buscarlo, así el me odie por el resto de su vida, yo quería que él nunca conozca el dolor y el peligro de esta vida.

—¿Señora?

Lucian... ¿Qué pasa?

—¿Iremos al hospital? La ambulancia ya anunció a dónde irán...— Asentí ante el castaño que tiene toda la confianza mi papá; así no lo vuelva a ver después de esto, necesito que viva.

Lucian me ayudó a levantarme y me dio el saco de su traje, tapándome la blusa manchada. Pasó su brazo por mis hombros y me llevó como si fuese un objeto, mis pies lo seguían...Pero desde ahí, no supe cómo o porqué me moví; yo solo pensaba en mi bebé.

La estupidez de mi vida fue dejarlo en ese convento. Mantengo lo que le he dicho a todo el mundo, en ese momento pensé que era lo mejor... Pero mi pequeño creció, se convirtió en alguien admirable para todo aquel que lo conozca y yo no estuve con él. Todos estos años tuve la idea de que estaría bien, de que el haría su vida y yo seguiría con la mía. Mi vida estuvo vacía, todo este tiempo me sentí incompleta, erróneamente pensé que era por Elio, pero en realidad era por Gabo. Cuando lo conocí en esa gala, pensé que estaba observando a un fantasma; con sus ojos verdes y una sonrisa luminosa, de esas sonrisas que iluminan el peor de los días. Una mezcla de rasgos perfecta; parecido a Elio, pero con los ojos de papá y el cabello de mi mamá, quizás tiene mi nariz y mi color de piel. Pero él, mi Gabi, es un ángel que cayó del cielo... Un regalo que yo no valoré.

Y ahora que está de nuevo presente en mi mundo, no me creo capaz de volver a irme sin mirar atrás. Cometí mis errores, eso es seguro, pero lucharé contra quien deba con tal de que Gabo algún día me mire con un mínimo de afecto; no necesito nada más que eso.

Bonna...— habló Lucian a mi lado, con esa informalidad que solo mostraba cuando estábamos solos. —Ya llegamos...

Miré a mi alrededor, el hombre a mi lado tiene razón. Me bajé del todoterreno y me adentré por las puertas de emergencias. Iba a ir a buscar respuestas cuando los vi en la estación de enfermeras de la sala, mis padres hablaban con una señora grande que los miraba con cansancio.

Señor, ya le he dicho que no ha llegado nada aún...

Pero mi nieto, él tiene que estar aquí— imploró mi madre y mi corazón se encogió aún más.
Iba a acercarme, a mover cielo mar y tierra para poder obtener información, pero unos médicos fueron corriendo hasta la puerta por la que entré.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora