Capítulo 19: Túneles.

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Me hice hacia atrás, apreciando el nuevo cuadro terminado en mi atril; era el tercero en la semana. El tiempo libre y el estar encerrados en la casa al principio era bueno, después se volvió agotador. Anto y Juan Pablo estaban en casa todo el tiempo, y la servidumbre salió con un "permiso particular", solo vinieron dos veces en lo cinco días de cautiverio. Según lo que nos informaron los dueños de la casa, la amenaza seguía colgando sobre nuestras cabezas y por cuestiones de seguridad no había otro lugar donde estemos a salvo que no sea la casa. Con el pasar de los días, las cosas se calmaron poco a poco, pero la necesidad de estar encerrados era la misma.

Las tareas virtuales eran al menos 5 veces más fáciles que las normales, así que ponerme al día solo me tomaba unas dos horas al día; lo que me dejaba el resto del día con una cantidad absurda de tiempo. Pintar, leer y jugar al póker con Mateo y Tena era lo único que había hecho en estos días. No tuve mucho tiempo de seguir pensando en mi vida y en lo patético que me he sentido en los últimos días; cuando una conocida chica de ojos bonitos irrumpió en mi cuarto.

—Decime que vos si vas a prestarme atención...
—¿Nadie lo está haciendo?
—No
—Pobre bebé...
—¡Es enserio italiano!— dijo tirándose sobre mi cama, desplomándose con todo el dramatismo posible. —¡Parece que Mateo y Bianca están de luna de miel! ¡Mis papás no salen del trabajo y toda la familia ya volvió a sus casas!
—Eso es bueno, mi abstinencia está conociendo nuevos límites— pensé, ya que desde esa tarde en la biblioteca no habíamos tenido acción.
—Tus bolas azules son lo último en mis prioridades... Estoy aburrida
—¿Y qué querés hacer?
—Mhm, podríamos escaparnos— la risa salió sola de mi garganta. —¿Qué es lo gracioso?
—Que pensas escaparte de una casa que tiene más seguridad que la que tiene el maldito presidente de Estados Unidos; salir de acá sin el permiso de tu mamá es imposible
—Nada es imposible
—Menos vivir para siempre y escapar de esta casa...
—Escapar es posible si usamos los túneles...
—¿Túneles?— la confusión se sintió en mi voz con más claridad de la que me hubiese gustado.
—Vestite, que, aunque me encanta verte pintar sin remera, para esto no podés andar... Así
—En las madrugadas no te molesta que ande sin remera— pensé
—En la madrugada solo yo te veo sin remera— no debería, pero sus celos me sacaron una sonrisa. —Pero aparte afuera ya hace frío, parece que el invierno decidió llegar en tres días y sin anestesia
—Bien, ya me cambio
—Te veo en el living en 10 minutos, muchachón...
—Como digas, ojitos

Mia salió como tiro hacia su cuarto sin darme otra respuesta. Me limpié el torso con una toallita y me puse una camiseta térmica con una remera manga corta por encima, un buzo negro amplio y una chaqueta de cuero; llenaba mis bolsillos cuando salí de la habitación. Llegué al comedor antes que ella, la vi bajar por las escaleras y volví a sentirme bendecido. Pantalón largo, borcegos negros y una bonita chaqueta inflada que se veía calentita. Me miró y me hizo gestos para que no diga nada, obediente la seguí cuando tomó mi mano y me llevó por los pasillos hasta la entrada interna de la cochera. Cerró la puerta con pestillo y me miró con un brillo distinto en los ojos, como una nena chiquita que está por hacer una travesura que sabe que no debería hacer. Tomo dos cascos, me tiró uno y tomó las llaves de una moto. Se movía con agilidad por la cochera, abrió una puerta escondida detrás de un estante con artículos de limpieza y se subió a una bonita moto.

—Bueno, vamos...— dijo sonriente, empezando a ponerse el casco.
—Mia, creo que no deberíamos hacer esto...
—Ay Gabo, no seas paranoico— exclamó con clara molestia y me planté frente a ella.
—Las órdenes de Antonella fueron explícitas: nadie sale, nadie entra
—Entonces mis abuelos, tíos y primos deberían seguir en casa porque esa orden fue emitida hace cinco días, todos volvieron a sus casas hace dos— demandó firme, dejando el casco entre sus piernas y poniéndose unos mitones de cuero.
—¿Y? A nosotros no nos dieron permiso...
—Aprendí que para vivir con mis papás, es mejor pedir perdón que pedir permiso— admitió derrotada. —Aparte vamos a salir una, una hora y media máximo, vamos y volvemos por los túneles, nadie se entera..
—Mia sigue sin parecerme correcto— dije firme.
—Bueno entonces quédate, no te voy a rogar

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora