Capítulo 30: Dolores del Alma.

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Mia

Mi mamá se calló de golpe cuando todos vimos salir corriendo a Gabo hacia nuestro cuarto. Sentimos los portazos antes de poder reaccionar y apenas sentí mis manos temblar me levanté para ir detrás de él.

—Mia, estamos hablando— dijo mamá viendo como me levantaba para ir detrás de él.
—Sí y esta conversación puede esperar
—No, no es así
—Nos vamos con Bonna y los D'Grecco durante cuatro días a partir de mañana después del desayuno ¿Verdad?
—Es así...
—Entonces no hay más nada que hablar, los detalles los discutimos después— no dejé que nadie más me interrumpa antes de ir a donde él está.

Estuvo raro los últimos días, desde que estamos en Europa pasa horas pensando y dibujando cosas que no me dejan saber qué es lo que pasa. Paisajes llenos de verde en acuarelas y laberintos complejos en una vista de plano llenan su libreta, libreta que antes de eso tenía un atardecer hermoso desde la ventana del avión... Y un retrato mío. A mi Esmeralda le está pasando algo, algo serio y no me lo dice. Quise darle su espacio, hacer como siempre y pretender que no me he dado cuenta que la cocina ha sido su refugio, así como salir a trotar a las cinco de la mañana solo para poder pensar. Duerme menos, aunque intento que lo haga, pero no hay chance. Ha hecho su trabajo de maravilla, festejamos juntos su primer trato exitoso que ayudará a unos socios de mamá manejen sin intermediarios mercancía importante en Bélgica. Pero ni eso llenaba sus ojos al cien por ciento, no había nada que llegue a emocionarlo por completo... E incluso así siguió siendo un estúpido caballero en brillante armadura que vino a salvarme de mi misma.

Al entrar al cuarto donde dormíamos todo parecía intacto, menos por la luz que salía desde la parte baja de la puerta del baño, junto con fuertes arcadas. Intenté abrir la puerta, desesperada por ayudar, pero le había puesto seguro. Esperé a que termine antes de empezar a tocar la puerta, no quería interrumpirlo. Una, dos, tres veces toqué, pero el nunca abrió.

—Esmeraldas... Soy yo... Por favor...
—¿Qué le pasó? ¿Te dijo algo? — preguntó Bianca entrando al cuarto, mi hermano la seguía. Negué y ella se acercó a la puerta para tocar. —Vamos italiano, nos tenes preocupados

Unos cuantos toques más hicimos, pero la puerta seguía sin abrirse. Esperamos, aparentemente el necesitaba su espacio. Comencé a caminar de un lado al otro de la habitación, esperando a que salga; la pelirroja sentada sobre la cama mordía su pulgar y Mateo estaba apoyado contra la pared, de brazos cruzados. Quince, veinte y treinta minutos después aún no teníamos respuesta alguna. El silencio en el departamento se confundía con la ausencia de ruido de la calle y era exasperante, era una nueva tortura de la cual no estaba enterada.

—¿Saben qué? ¡A la mierda! — bufó Teo con exasperación, embalado hacia la puerta del baño.
—Amor, yo no sé si sea una buena idea...
—Dije a la mierda—respondió en ese resoplido de frustración tan normal en él. Pocas veces perdía la calma, hoy era uno de esos días especiales. —¡Italiano por como no abras la puta puerta voy a sacar la escopeta de debajo de la cama y voy a...!
—No es necesario que derribes la puerta, Teo— interrumpió Gabo de golpe, abriendo la puerta.

Estaba ojeroso, pálido y sin rastro de aquella alegría implícita que siempre irradiaba. El espacio se llenó del olor a mis velas de café y vainilla, así como su rostro se notaba fresco, como si se lo hubiese lavado... Pero sus ojos, sus preciosos ojos de esmeraldas, estaban apagados y rojizos. Las preguntas se arremolinaron en las bocas de todos, pero antes de que digamos una sola palabra, él se aclaró la garganta y habló.

—Estoy bien, solo estaba mareado
—Claro, y yo no tengo idea de cómo fumar— bufó mi hermano ante la mentira.

Gabo nos miró a los presentes y suspiró, sabía que no podía mentirnos.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora