Capítulo 34: Solárium.

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La calidez que irradiaba el lugar junto con los primeros rayos de sol era una maravilla que no sabía que podía observar un mortal como yo. Me escapé a la bonita sala de vidrio con vista preciosa apenas tuve la famosa carpeta conmigo; no sin antes dejar a Mia profundamente dormida con una nota al lado que decía que no se preocupe, que nos veíamos en la camioneta antes de ir al aeropuerto.

Debo haber leído cada papel de esa carpeta por lo menos unas tres veces, desarmando cada párrafo para entender esa información. No era mucho, apenas eran veinticinco páginas, contando la copia de mi certificado de nacimiento original y una prueba de ADN realizada gracias a un cepillo de dientes que usaba en la casa de Argentina. Ojalá ese papel no hubiese estado ahí, sin esa condenada prueba de laboratorio podríamos decir que es una equivocación, que es un jodido error... Pero no, la compatibilidad entre las dos muestras era del 99.99%.

Junto a eso había información de Bonna, de Dante y de Greta (mis abuelos), mi fallecido tío Vitto y aquel que había sido mi padre. Y Bonna tenía razón al odiarme, ahora que soy grande es aún más notorio el parecido, ver la foto del hombre en la carpeta era como ver una foto mía con lentes de contacto marrones y cabello más claro porque mientras el mío es negro, el de él es de un marrón más claro, casi como el chocolate. ¿Pero sus facciones? ¿La forma de su rostro? En un escáner facial, tranquilamente podría haberlo reemplazado.

Elio D'Angelo nació en Venecia Julia, en los estudios era sobresaliente, y lo único que se sabía de los D'Angelo era que también pertenecían a un grupo de capos –como les dicen a los jefes mafiosos aquí-, pero de menor nivel. Según los resúmenes había hecho sus prácticas de recursos humanos en uno de los hoteles D'Grecco en su último año de universidad; eso lo llevó a tener acceso a los altos mandos del negocio y a conocer a la mujer que consideraría el amor de su vida. Seis años después fallecería de forma trágica con seis disparos a quemarropa; tres le dieron en el pecho, uno le destrozó los huesos de la cadera y otros dos terminaron en el inicio de la pierna derecha. Se desangró en minutos, prácticamente no sufrió... Lo cual calmó mis nervios por un rato, supongo que es la calma de saber que se puede morir sin sufrir de más en una vida como esta y de saber que mi... Mi papá no murió de forma agonizante.

Mi último recuerdo antes del actual amanecer, era con los papeles en la mano, en el mismo sillón grande y cómodo en el que estoy. En algún punto, mirando el cielo despejado mientras procesaba todo, me dormí profundamente. Los archivos desparramados como un complicado rompecabezas casi se arruinan cuando desperté asustado hace diez minutos. Acomodé todo como pude y guardé los papeles en el fondo de mi bolso. Aparentemente, gracias a esta preciosa noticia, las pesadillas volverían a ser algo recurrente...

—¿Interrumpo tus ideas? — sonó una voz desconocida, que me hizo darme vuelta como en el exorcista.

Ronca y profunda, la voz fue un susurro, pero en el silencio de las seis de la mañana, lo sentí como un grito. El hombre a mi costado era alto, de espalda ancha y en su juventud debe haber posado en varios catálogos de moda. Me ofreció una taza humeante de lo que percibí como café, no me atreví a rechazarlo. El señor se sentó a mi lado y tomó de su propia taza. Al tenerlo más cerca y con un poco más de claridad en mis ojos aún somnolientos lo reconocí del archivo, era mi abuelo. De perfil afilado, nariz prominente y gestos cansados. Sus ojos no se habían movido del amanecer radiante frente a nosotros, yo si me atreví a observarlo con más descaro del debido... ¿Quién diría que somos familia? Nadie, porque no nos parecemos en nada.

—¿Qué lo trae por aquí, Señor D'Grecco?

—Por favor, no me trates de usted— pidió. Su español es mucho más fluido y sin acento de lo que se podría esperar de un italiano.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora