Capítulo 43: Epifanía.

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De algún modo, ya no me dolía nada. Me sentía ligero, fresco y sumamente cómodo. Pero como siempre, mis recuerdos me golpearon. Me balearon, joder, me dieron dos balas en el pecho. ¿Sobreviví? No, lo dudo, no me sentiría así de bien. Entonces... ¿Morí?

Abrí los ojos de golpe, pero me encontré un... Árbol. Apresurado me moví en mi lugar, estaba en una hamaca, que estaba bajo la copa frondosa de un árbol gigante. A mí alrededor había todo un prado verde, bien cuidado y con plantas en ciertos lugares; pero eso no me llamó lo suficiente. Lo que se robó mi atención fue la figura que se acercaba a mí con paso firme. Me levanté con una increíble facilidad y comencé a moverme hacia él, definitivamente estoy muerto. No creo poder ver a mi papá de otra forma.

Descalzo y vestido de blanco, tenía unas cuantas canas y arrugas a diferencia de las fotos que vi. Sus ojos marrones estaban casi cerrados por la imponencia de su sonrisa; una sonrisa cálida y luminosa, de esas que borran todos los males del planeta. Cuando estuvimos frente a frente me quedé quieto, teníamos la misma estatura y se sentía tan real...

—¿Papá?

—Oh, angelo mío, cómo te extrañé— respondió antes de abrazarme.

Su olor, su calidez, todo se sentía familiar y demasiado real. Pero disfruté su abrazo, fuerte y protector, es un abrazo que extrañé toda la vida y ahora entiendo porqué. No lo recordaba, pero así debo haberme sentido en los brazos de Elio cuando era pequeño.

Al separarnos tomó mi rostro, analizándolo con detenimiento. Yo aprovechaba el tiempo para poder creer esto. Elio sonreía con entusiasmo, no queriendo romper la burbuja.

—Estas tan grande... Sos mil veces más de lo que alguna vez soñé angelo, estoy sumamente orgulloso

—Yo... Papá, ¿Dónde estamos?

Se apartó, haciendo más chica su sonrisa, con resignación. Miró al suelo, esquivando la mirada, no quería decirme. Dios, no...

—¿Estoy muerto?

—¿Qué? No, hijo... Pero estás en el medio

—¿Cómo un limbo?

—Algo así— razono. —Este es tu debate interno, Gabo...

—¿Mi debate interno? — pregunté perdido.

—Si, bueno... Has estado muy perdido desde que sabes la verdad de tu familia...

—¿Cómo sabes eso? ¿Sos una alucinación por los calmantes?— eso le robó una carcajada.

—No, este es, como dijiste: un limbo, solo que es espiritual. Curiosamente, se formó igual a la villa D'Grecco

—¿Pero no fue ahí donde...?

—¿Dónde me desangre? Si, en esa casa— dijo, señalando a mis espaldas.

La observé, era una construcción maravillosa y ancestral, de color marrón y ventanas amplias.

—¿Por qué estamos aquí?— pregunté sin entender.

—Porque estás perdido, hijo

—En más de un aspecto— admití sin terminar de procesar todo.

—Si, así es— respondió risueño. —Pero estabas perdido en tus desiciones, te hirieron y no decides que hacer... Era mi momento de hablarte

—¿Me estás diciendo que el mundo espiritual existe?— pregunté, retomando lo primero que dijo. —Es de la única forma a la que me encuentro sentido.

—Algo así, Angelo... Pero lo importante aquí es que parece que quieres morir

—¿Que? No, yo no quiero morir

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora