Capítulo 31: Italia.

7 1 0
                                    


Gabo


Me desperté pesado y perdido, apenas podía reconocer donde estaba, aunque lo único evidente para mis tres neuronas despiertas es que estaba solo. Rasque mis ojos antes de sentarme en la cama; me dolía todo, aunque al mismo tiempo, me sentía descansado. Me levanté de un salto en busca de mis shorts para poder salir, a la vez que con un suspiro intentaba armarme de valor. No voy a negarlo, Mía me apoyó como nunca pensé que me apoyarían, y cuidó de mi como lo necesité hasta que me dormí... Pero la conversación, aunque ya está más asentada, sigue siendo dolorosa, y enfrentarla frente a unas de las personas más importantes en mi vida es bastante difícil.

Al salir del cuarto, estirando los brazos vi hacia la cocina, dónde Mía peleaba con los electrodomésticos en una batalla campal. Murmuraba cosas inaudibles mientras intentaba prender la hornalla, cosa que no logró. Me acerqué con lentitud hasta la isla de granito, dónde vi varias bolsas de lo que entendí como pastelería de especialidad. No me sorprendió en lo absoluto de parte de Mia porque, bueno... Ella no hierve ni un huevo sin quemarlo.

>>Te olvidas de sus waffles de avena<<

Cierto, Mia no cocina nada sin quemarlo, a excepción de los waffles de avena.

—Pero que cacharro horrible...
—Es una cocina preciosa, solo que no sabes usarla— respondí, quebrando el silencio absoluto.
—¡Ay por un carajo!— su gritito me sacó una risa. —¡Voy a ponerte un cascabel!

Sonreí y llegué hasta ella, saludándola con un beso de buen día, el aliento matutino es algo que ya superamos y ahora parecemos simples jóvenes que están tan acostumbrados a la presencia del otro que ese tipo de cosas no molestan.

—Princesa...
—¿Si?
—¿Qué haces?
—Yo... Quería preparar el desayuno— admitió abatida, bajando la mirada a sus pantuflas rosadas peluditas. —Y no hay avena para hacer mis waffles, entonces pedí una orden con todo lo que nos gusta y pensé en hacer café aunque sea, pero no puedo prender la hornalla y yo...

Sin dejarla terminar la abracé con fuerza, esta chica es todo lo que está bien. Ella se aferró a mi cintura antes de poder decir nada nuevo; besé su frente e inhalé el aroma en su cabello, aún perfumado por el baño de anoche.

—Buenos días polos... ¿Cómo están?
—Bien, evitando que quemen la casa— dije y me gané un golpecito en el vientre. —¿Y ustedes?
—Nosotros dormimos bien, pero... ¿Vos estás seguro que estas bien?— preguntó Teo sentándose en la isla de la cocina.

Suspiré, intentar mentirles era algo absurdo así que, puse la tostadora, el agua a hervir y mientras desembolsaba el encargo de Mia. Saqué muffins de arándanos, mezclé otros tipos de panes que eran llamativos a la vista y preparé la cafetera en completo silencio. Lo que nos gustaba a todos estaba en mi cabeza al pie de la letra: Capuchino de coco y chocolate para Bian; mocha con doble carga de expreso y un corte de leche para Teo, un late de vainilla y caramelo para Mia y hoy a mí me apetecía un simple café con leche y crema.

Preparé las tazas en modo automático, más bien me preparaba para enfrentar lo que no enfrenté anoche; para decir en voz alta todo eso que me pesa... Solo que sin desarmarme como algodón de azúcar en tormenta. Dejé las tazas correspondientes frente a sus dueños y después de varios tragos, me animé a hablar.

—En el vuelo a Baltimore, con Anto tuvimos una conversación acerca de mis padres biológicos— miré a los presentes y Mia tomaba su café con normalidad, su mellizo casi se ahoga y mi mejor amiga quedó con la taza a mitad de camino. —Obviamente toda la situación fue un rotundo no en el momento, pero desde entonces no puedo sacarme eso de la cabeza
—Así que por estos estuviste tan raro estos días...—analizó Bian y asentí.
—Y cuando nos dijeron que tenemos que volar a Italia para estar dios sabe cuánto, entré en pánico
—Y con motivos hermano— bufó Teo cuando tragó el mordisco de muffin. —Pero como siempre me toca ser la perra insensible y realista...
—¿Con qué o qué?— pregunté perdido, tomando otro trago, hoy si estaba rico.
—¿De verdad no querés saber qué pasó? — Y ahí está, esa pregunta que no quería responderme. —Si están vivos podés buscar algunas respuestas y si fueron unos hijos de puta los desaparecemos... A menos que ya estén desparecidos...
—¡Mateo!— reí ante el golpe que recibió de parte de la pelirroja.
—La verdad es que si me decidí... Si quiero saber— admití finalmente y noté el alivio de la chica de ojos bonitos al escuchar mi respuesta. —Pero la verdad no aún...
—¿Por qué no? Mejor arrancar el vendaje de un solo tirón— dijo Mia, participando de una vez por todas en la conversación.
—Porque ahora, princesa, tengo una familia que apoyar— respondí, tomando su mano sin mirarla directamente. —Cuando termine todo esto, podremos buscar en mi pasado todo aquello que queramos
—Me parece justo— admitió contento Teo, terminando su café de un trago. —¿Qué dicen? ¿Nos subimos a un avión?
—Primero hay mucho que hacer
—Y ordenar
—Y guardar
—Que aburridos que son todo ustedes— bufó mi amigo y yo reí.
—Vamos, Teo— respondí tranquilo, golpeándole el hombro al levantarme. —No hay tiempo que perder.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora