Capítulo 41: Deuda Saldada.

19 1 0
                                    


La vista frente a mí era una maravilla, la noche romana se extendía frente a mí con la actividad típica de una ciudad turística y ruidosa. De cierta forma me hizo recordar Buenos Aires, eso me dio calma. El escocés en mi mano fue un... Capricho; un recordatorio de los chistes amargos de mi mejor amigo. Pero vaciarlo en mi garganta cuando la anunciaron, fue automático y tranquilizante. Llegó la hora de enfrentar a mi mamá.

Mandé a Mía con Lucian a pesar de sus insultos en tres idiomas; les pedí que vuelvan cuando anuncien a Bonna para poder salir rápido de aquí. Entrar a la joya de la corona de los hoteles D'Grecco fue mucho más fácil de lo que pensé. Claro que, usando mi nombre real, fue como entrar por mi casa. Con un poco de intimidación, y la ayuda de Tena por teléfono, accedí a todos los archivos personales de mi progenitora. Ahora sé cuál fue su último ligue, sus movimientos bancarios y su última compra... Aparentemente ella compró un pasador de corbata cubierto de esmeraldas, que afortunado es su dueño. También vi que todos los fondos de la familia D'Angelo están intactos, así que hice lo único que mi conciencia me permitió: liberé cada centavo para que todas tengan acceso a lo que les corresponde.

Después, básicamente, husmee por su vida durante estos quince años. No solo lo que estaba encriptado, si no, también los tabloides baratos que la pusieron como una madre dolida por generar disturbios en cada cumpleaños. Se ve que no la pasó bien, pero esas fueron sus jodidas consecuencias. Porque en todo esto, solo pude pensar en una sola cosa: si tan solo no me hubiese odiado tanto, podríamos haber vivido mejor. Su indiferencia no me importaría... Viví sin ella pensando lo peor por todos estos años, no hubiese muerto por su indiferencia.

Pero todas mis ideas quedaron sepultadas bajo una máscara arrogante cuando sentí la puerta abrirse con brusquedad y sentí sus pasos temblar antes de volver a la aparente calma. No sería perceptible para casi nadie gracias a la alfombra, pero Anto, Mia y Bianca me hicieron entrenar para agudizar mis sentidos, entrenamiento que hoy da sus frutos.

En el silencio de la sala, solo se escuchaba el tintineo de los hielos de mi vaso y su respiración pesada. Iba a empezar, rendido, pero ella me quitó la palabra.

—Gabo... Esperaba que vinieras cuando papá me dijo que estabas en el país...— me quedé en silencio. ¿Esperaba que yo venga a ella?
—Quiero contarte todo, hijo yo...

—No— la corte y me voltee hacia ella.

Se veía cansada, con el maquillaje maltratado y el cabello negro en un moño mal hecho. Las cosas en el sillón de la entrada hacían saber que entraba a dejar unas cosas antes de irse a su casa... Pero se dió conmigo, en una imagen que hasta Mía califico como intimidante. Traje gris, accesorios negros y cabello engominado. Era cuestión de demostrarle aquello que pude ser y que ella no quiso; por su cara creo que lo logré.

—¿No?

—No podes decirme así, dejaste de ser mía mamma en el momento que me dejaste con las hermanas— cerró sus ojos, sabía que tenía razón.
—Bona, solo tengo una pregunta para hacerte... Y más vale que seas honesta

—Ya no me quedan mentiras chico, ya agoté todo— con la desesperación de su voz, hasta se podría sentir pena por ella. —Ya, no tiene sentido nada... Y si son mis últimos minutos con vida, no quiero irme mintiendo

Fruncí el ceño ante su declaración. ¿Últimos minutos de vida?

—Yo no quiero matarte, no podría hacerle eso a Dante, mucho menos a Greta— admití dejando el vaso en el escritorio. —Solo quiero saber porqué me dejaste

Y ahí está, la única pregunta que nunca se ha ido de mi cabeza, la única a la que nunca pude hallarle una respuesta. Me lo he planteado tantas veces, pero siempre termino ansioso y aún más confundido. La única que tiene esa respuesta que tanto anhelo, es ella.

El Enigma Del AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora