Capítulo 44 - Nosotros o el mundo

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 ¿Qué podían hacer más que mirar? Nada

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¿Qué podían hacer más que mirar? Nada. Si se movían demasiado, podían ser cortados por la energía del demonio o la del dios, ninguno tenía cuidado al momento de lanzar sus rayos y estocadas. «Yuanghe es muy fuerte... ¿Xin Yuan de verdad ha derrotado a esta monstruosidad?», pensó Xiang Shen, observando a su exdiscípulo; cada vez lo admiraba más.

Pronto, comenzaron a producirse explosiones más estruendosas por los choques de energías. La sala se convirtió en un lugar inseguro, debían correr a poner a los chicos a salvo y regresar. Sin embargo, justo en el momento que Xiang Shen se proponía a hacerlo, alguien entró por una puerta, más bien, mandó la puerta a volar e ingresó con la cara casi morada de la rabia. Xiang Shen abrió los ojos por la sorpresa.

—¡¿Xiang Feng?!

«¡¿Qué hace él aquí?! Espera... ¿En dónde estamos ahora exactamente? Primero estábamos en un mundo alterno de Yuanghe, pero cuando llegó Li BaoMing... ¡¿Nos ha transportado desde Ying hasta aquí?! ¡Es imposible que haya viajado tan rápido! ¡¡Hicimos un viaje en tigres voladores para nada!!». No era imposible para un dios transportarlos hacia Xiang después de todo.

—¡Aquí estás! ¡Inmundicia! ¡Deja de escapar de mí, mierda! —exclamó Xiang Feng hacia su hermano, con las venas casi reventando en sus sienes.

Por detrás había soldados de Rong y Xiang, todos preparados para atacar, apuntaban con sus lanzas, espadas y arcos. Xin Yuan fue mucho más rápido, sujetó su espada negra y señaló con ella hacia el techo, despidiendo un rayo que hizo que éste cayera sobre todos ellos. Xiang Shen activó un escudo protector de nuevo, ya que el techo que se derrumbaba podría herir a los dos jóvenes que estaban como rocas congeladas; como era de esperarse, este duró hasta que las rocas del techo terminaron de caer.

Varios soldados fueron aplastados, otros quedaron heridos de gravedad. Xiang Feng estaba dentro de un escudo protector también, resguardado junto a unos cuantos soldados. Desde dentro del escudo, Xiang Feng señaló con su abanico y gritó:

—¡Basta de juegos! ¡Xiang Shen, deja de escapar!

—¡¿Por qué mejor no dejas de perseguirme?! ¡¿Ah?! —Xiang Shen se exasperó—. No quiero estar en tu maldito juego, no me importa quién gane, ¿es tan difícil sacarme del juego? ¡Quiero vivir en paz! ¡Quédate con el reino, quédate con la victoria, haz lo que quieras! ¡¡No es asunto mío!!

—¡Idiota! Mientras estés vivo, habrá dioses que voten por ti. Eso no me ayuda en absoluto, ¡necesito que mueras!

—No será posible —objetó Xin Yuan, acercándose con esa mirada fría que ponía en contadas ocasiones.

Antes de que pudiera acercarse más, un soldado de Rong, con sus ropas rojas y armadura de plata, lanzó una lanza que cayó justo al lado de los pies del demonio. Aquel soldado exclamó:

—¡Aléjate, asesino! ¡Ustedes dos son asesinos!

Xiang Feng se rio del intento fallido de su soldado, sus ojos analizaron la zona y paró cuando encontró lo que buscaba.

Grulla Negra《Hēi Hè》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora