Capítulo 6: Talentos ocultos

11.5K 975 19
                                    

Estoy frente al espejo observando hipnotizada un atrapa sueños que recorre casi toda mi espalda, es enorme. Pensé que el tatuaje de la clavícula y el pie habían sido sorprendentes pero ver este me dejó sin palabras. Creo que estoy unos diez minutos mirándolo fijamente, intentando comprender bajo qué contexto me lo hice, en qué estaba pensando y preguntándome qué pasaba en mi vida en ese entonces que me llevó a tatuarme. Sé que si le pregunto a Sarah o a Ethan no me responderán, se pondrán muy nerviosos y en menos de un segundo cambiaran el tema, como siempre hacen.

—Permiso, mi niña —tocan la puerta y es Gina.

—Adelante, Gi. ¿Qué pasa?

—Su madre quiere verla en el escritorio.

—Gracias, voy enseguida

Me dirijo hacia el escritorio de Sarah, otra vez sin saber que podrá decirme. Ahora si que no hice nada malo, lo juro. Solo espero que me dé alguna información importante y no me confunda aún más de lo que estoy con sus explicaciones incoherentes.

—Permiso —digo antes de entrar y me quedo esperando la respuesta en el marco de la puerta.

—Pasa, por favor. Toma asiento

—¿Por qué me llamaste?

—Sé que es un poco pronto pero creo que es tiempo de que hablemos de tu futuro.

—¿Mi futuro? —pregunto incrédula—, ¿cómo voy a hablar de mi futuro si no tengo pasado?

—Querida, por supuesto que tienes pasado.

—Si no lo recuerdo no sirve de nada tenerlo.

—Ya recordaras todo, poco a poco como lo has hecho hasta ahora.

—Eso espero —digo bastante desanimada, esto ya es frustrante.

—Creo que llegó el momento de que hagas alguna de las actividades que solías hacer, e intentar rearmar tu vida —se detiene un momento como si estuviera evaluando mi reacción y luego continúa—. Quiero decir, antes asistías a una academia de artes y ellos estarían muy contentos de recibirte allí otra vez. ¿Qué te parece volver a ir?

—No sé si sea una buena idea, ni siquiera pude recordar mi nombre y dudo que recuerde como pintar bien.

—Naciste con ese talento, una simple amnesia no te lo quitara —¡Já! Como si fuera simple—, sígueme. Te quiero mostrar algo —dicho esto, sale por la puerta y comienza a subir las escaleras.

—¿A dónde me llevas?

—A tu estudio —mira hacia atrás y me dirige a otra escalera que no sabía que existía hasta ahora. Subimos y llegamos a una puerta que está cerrada con llave.

—Este era tu lugar favorito de la casa —dice mientras vamos entrando a la habitación—, tu padre lo creó para ti cuando comenzó a notar tu talento para pintar, tenías solo ocho años y saltabas de felicidad. Desde ese momento siempre que te enojabas o estabas triste venías acá y te desahogabas con el pincel. Déjame decirte que hacías maravillas.

Observo maravillada lo que tengo frente a mí, la habitación está llena de cuadros amontonados en una esquina y también hay otros adornando las paredes, supongo que los pinte yo. Al verlos, tengo la sensación de que algo presiona mi corazón y se me forma un nudo en la garganta, enseguida me dan ganas de llorar. 

Más al fondo hay una ventana y al lado de ella, un atril con un cuadro en blanco esperando para ser pintado; en las paredes, hay algunas fotos pegadas, supongo que me daban inspiración o algo parecido. El lugar es precioso aunque se nota que estuvo abandonado mucho tiempo, lo que no es extraño teniendo en cuenta que estuve «durmiendo» dos años.

—¡Wow! Esto es increíble. ¿Puedo venir aquí cuando quiera?

—Por supuesto, este es tu lugar. Enseguida le diré a Gina o a alguien que lo habilite para ti.

—No es necesario, puedo hacerlo yo.

—De ninguna manera —me corta—, estás convaleciente, aún no puedes hacer tantas cosas. Ve a tu habitación, ya es tarde, pero mañana podrás venir otra vez al estudio.

—Está bien, buenas noches.

—Dulces sueños —me da un pequeño beso en la frente y desaparece en el largo pasillo.

Todo esto del accidente puede haber tenido su lado positivo, ha hecho que me sorprendan muchas cosas y creo que eso le hace falta a todos: sorprenderse, ilusionarse con la vida. Pienso que si tuviese mi memoria intacta no podría agradecer lo que me da la vida, agradecer la segunda oportunidad que me dio al despertar luego de dos años en coma.

Me encuentro acostada mirando el techo y repasando todas las cosas que he recordado hasta el momento, dos amigas, alguno que otro recuerdo de mi niñez. Sí, ya sé que no es mucho, pero para mí es suficiente, por ahora. No puedo dormir así que tomo un cuaderno de dibujo y un lápiz grafito que encuentro en mi escritorio y empiezo a trazar líneas, no tengo idea de qué estoy dibujando pero supongo que en unas horas lo sabré.

Son las cinco de la mañana cuando por fin termino mi dibujo, es bastante extraño pero está genial, no puedo creer que de verdad tenga talento para esto. Dibujé unos penetrantes ojos color caramelo, son hermosos y me pregunto por qué lo habré hecho, qué significarán para mí; al rededor de esos ojos están las ramas de un árbol rodeando toda la hoja y más lejana, casi llegando a un borde del papel la silueta de una mujer, que debería suponer soy yo pero en realidad no lo sé.

En estos momentos el sueño es más fuerte que yo y sin darme cuenta me quedo dormida con el cuaderno en la mano y la luz encendida. No sé si lo que tuve fue un sueño o un recuerdo, pero creo que recordé algo que viví con Ethan, al fin.

Estaba en ese campamento de Artes del que me habló, yo no conocía a nadie y era muy tímida como para ir a hablarle a alguien, así que me senté sola en una fuente afuera del comedor. Fue entonces, que de un momento a otro escuché una voz masculina que se dirigía a mí.

—¿Por qué tan sola? —decía el chico con esos bellos ojos color verde.

—No conozco a nadie y no sé a dónde ir —me reí tímidamente—. Además, no creo que alguien quiera pasar el rato conmigo.

—A mí me encantaría pasar el rato contigo —me sonrojé y él estiró su mano—. Por cierto, soy Ethan.

—Lo sé, vamos a la misma clase —le doy la mano—. Soy...

—Hamilton —me interrumpió mientras sonreía.

—Al menos alguien sabe quién soy.

—¿Bromeas? Todos saben quién eres.

—No, todos saben quién es mi madre —solté un suspiro—, pero en realidad nadie me conoce, siempre estaré bajo su sombra.

—Bueno, pues entonces ahora te conocerán —me guiñó un ojo antes de tomarme la mano y llevarme hacia donde estaban todos.

Cuando llegamos todos nos miraban extrañados, poca gente se acercaba a mí por el puesto de mi madre, ya que temían que si me hacían algo, mi madre los mataría o algo por el estilo; aun así, él no soltó mi mano y me presentó a los chicos con los que había hecho amistad. Así fue, que pasé casi todos los días en ese campamento junto a él y dos días antes de volver me besó por primera vez; creo que desde ahí estamos juntos.

Apenas despierto, corro a buscar mi «diario» donde anoto cada sueño–recuerdo que tengo, lo escribo a la perfección para que no se me olvide ningún detalle y llamo a Ethan para que venga, ya que necesito preguntarle si eso pasó de esa forma o fue simplemente otro sueño que no significa nada.

Vidas Robadas (VR#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora