Capítulo 39: Toque de queda

8.5K 795 24
                                    

                   

Salgo corriendo hacía el bosque, sin preocuparme de que alguien pueda verme, por el momento eso ni siquiera me importa. Tomo el primer taxi que encuentro y le doy la dirección de la casa del padre de Alex, había leído rápidamente unos minutos antes las fotos que le tomé al archivo de Alex y ahí estaba la dirección donde vivía antes, no sé me ocurre otro lugar en el que pueda esta.

Quedo demasiado sorprendida apenas veo la casa, exactamente igual que el día en el que descubrí en dónde vivía yo. Al igual que la mía, es enorme y está llena de guardias. Comienzo a idear algún plan para poder entrar pero nada llega a mi mente.

—Señorita Mía —dice la voz ronca de un hombre a mis espaldas, me doy la vuelta y veo a un hombre alto de unos sesenta años vestido de negro, al igual que todos los que me ven por primera vez parece sorprendido. Sé exactamente lo que está pensando: «Estás viva, Mía. ¿Cómo es esto posible?».

—¿Lo conozco?

—¿Se encuentra usted bien?

—Necesito hablar con el señor Ford, por favor.

—Adelante —dice mientras me abre el portón sin dejar de mirarme, ni siquiera intenta ocultar su sorpresa—. Recuerda como llegar a la puerta, ¿verdad?

—Por supuesto —miento y le muestro mi mejor sonrisa.

Entro enorme jardín del señor Ford y ruego por no perderme antes de llegar, sería lo único que faltaría en un día como hoy. Estoy a punto de llegar a la puerta principal y me detengo en seco al ver un auto estacionado en frente de ella, lo reconozco inmediatamente, es el auto de Sarah. ¿Qué hace aquí? Ni idea.

Retrocedo unos pasos, sin saber qué hacer; si me ve, acá se acaba todo; pero como siempre, mi curiosidad gana y hay una parte de mí que necesita saber de qué están hablando, debe ser algo de la fuga de Alex o de mi desaparición. No se me ocurre nada más que explique todo esto.

Miro por la ventana que está al lado de la puerta pero no hay nadie; lo más silenciosa que puedo, rodeo la casa hasta llego a una ventana abierta que da a una pequeña oficina, al mirar veo a Sarah sentada en un gran sillón y a Christian de pie hablando. Inmediatamente me oculto entre los arbustos que me separan de la ventana.

—Supongo que te enteraste de que el delincuente de tu hijo escapó —dice Sarah fríamente, algo comienza a arder dentro de mí y siento ganas de enfrentarla pero por suerte logro controlar mi rabia.

—¡Sabes muy bien que mi hijo no es ningún delincuente! —grita Christian con ira, subo un poco la cabeza para mirar y veo que su cara comienza a tomar un tono rojizo.

—Nunca debiste enfrentarme, Christian —Sarah sonríe triunfal—. Todo esto podría haberse evitado y ahora todos seríamos felices, Mía en París, tu hijo quién sabe donde y tú seguirías casado con Amelia, ¿no sería perfecto?

—¿Cuándo cambiaste tanto? —pregunta el señor Ford, pero esta vez no hay rabia en tono de voz, si no nostalgia—. ¿Qué pasó con la Sarah de la que me enamore?

Aparto mi cabeza y me doy la vuelta, quedo apoyada en la pared y me arrastro por ella hasta quedar sentada sin creer en lo que acabo de escuchar. No puedo haber escuchado bien, fue un error, pero no, no estoy sorda, él dijo: «de la Sarah que me enamore».

Me quedo un momento paralizada y luego me pongo de pie para volver a mirar. Cuando estaba en la casa de Alex y escuché que eran amantes, me sorprendí demasiado pero nunca me imaginé que estaban enamorados.

El rostro de Sarah cambia inmediatamente, por un momento noto debilidad pero luego, dos segundos después, está con la mirada fría que la caracteriza.

Vidas Robadas (VR#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora