Capítulo 28: Diarios de vida

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Llevo una hora sentada en el balcón con un libro en la mano pero no he podido leer nada, apenas pongo mis ojos en las letras mi mente se va volando hacia otra parte, hacia él. Mi cabeza no puede pensar en otra cosa que no sea en todo lo que descubrí hoy.

Sarah no estaba en casa, por lo que aún no sabe que me escapé, con Kate y Ben intentamos convencer al chófer de que no le diga nada pero no estamos seguros de si lo hará o no; solo queda esperar. 

La pesadilla que tuve no me la puedo sacar de la cabeza tampoco, pensé que si no la escribía tal vez se me olvidaría, pero sigo recordando cada detalle.

Gina no estará por una semana ya que tuvo que ir a hacer unos tramites a su ciudad natal; y Sarah me envío un mensaje diciendo que tuvo un viaje de negocios de último minuto, así que estoy sola en casa, sin contar a los guardias. Podría haberle dicho a Kate que se quedara conmigo pero ya le había arruinado su salida con Ben, así que dejé que retomaran lo que dejaron por ir a buscarme.

Como no puedo leer y tampoco tengo sueño, me pongo los audífonos y me sumerjo al ritmo de Photograph, este ipod lo encontré entre mis cosas y estaba lleno de música, no recuerdo las canciones, pero al escucharlas siento que una parte del pasado vuelve a mí, aunque ni siquiera recuerde por qué las elegí.

Mi celular comienza a vibrar en la pequeña mesita que tengo frente a mí, lo tomo y al mirar la pantalla mi corazón da un salto; es Alex.

—¿No soportas ni dos horas sin hablar conmigo? —bromeo cuando contesto.

—La verdad es que no —dice al otro lado de la línea—. ¿Te castigaron?

—No, mi mamá no estaba.

—¿Estás sola?

—Si no cuentas a los veinte mil guardias afuera de mi casa, sí —siento que una pequeña piedra golpea la madera de mi balcón, me acerco y miro hacia abajo, me encuentro con la sonrisa de Alex mirando hacia mí, yo también sonrío—. ¿Qué haces aquí?

—Compañía gratis —me guiña el ojo—, ¿me dejarás entrar?

—Voy a abrir la puerta.

—Nunca he necesitado entrar por la puerta —comienza a subir por donde yo subí la noche anterior y en menos de dos minutos está de pie, frente a mí—. Me aburro mucho en casa, era más entretenido cuando estabas tú.

—¿Estás loco? Te podrían haber atrapado los guardias.

—Conozco cada entrada a tu casa. Además, un poco de locura no le hace mal a nadie —entramos a la habitación—. ¡Vaya! Está un poco cambiada.

—¿Qué cosa?

—Tu pieza —comienza a caminar hacia una pared—, aquí habían fotos, muchas fotos —se dirige a la puerta—, aquí un cuadro que habías pintado en el que salíamos tú y yo.

—Estaba así cuando llegué, no habían fotos ni nada.

—¿Habrán encontrado tu «escondite secreto»?

—¿Mi qué?

Sin responderme se dirige al walking closet y se queda mirando todo por un segundo, como si intentara recordar algo; mira hacia el techo en el que hay pegado un poster de la torre Eiffel. Lentamente lleva su mano a una esquina de la imagen y la empieza a despegar con mucho cuidado para no romperla, tira de un pequeño lazo que cae del techo y frente a mi mirada sorprendida se abre una pequeña «puerta». Sí, en el techo de mi armario hay una puerta secreta y yo no tenía idea.

Alex se dirige a mi escritorio para buscar la silla y la pone bajo la puertita, se sube y en dos segundos desaparece. A los pocos minutos, asoma solamente la cabeza.

Vidas Robadas (VR#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora