Capítulo 33: Ataque de pánico

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Han pasado tres horas desde que Christian se fue, estamos sentados en el sillón abrazados, los ojos de Alex brillan de alegría y nada ni nadie podrá borrar la sonrisa de oreja a oreja que tiene, todo salió casi perfecto. Me recomendó varios médicos confiables, a los que les podría preguntar una segunda opinión sobre mi «situación», en especial eran neurólogos.

Mientras ellos estaban hablando yo me dirigí a la cocina a preparar algo usando mi «don» para cocinar que según mi papá y Alex, heredé; ya que basándome en la última vez que Alex cocinó, estaba segura de que moriría de hambre en pocos días. Desde la cocina igual podía escuchar las voces de ellos, intenté concentrarme en los ingredientes y no en la conversación pero hubo un momento en que eso se me hizo imposible porque estaban hablando de mí.

—¿Cómo te encontró, si no te recuerda? —preguntó Christian y dejó claro que no confiaba en mí.

—No lo sé —comenzó a decir Alex—, dice que tuvo unos sueños muy confusos conmigo, pero en verdad no fueron sueños, si no que recuerdos reprimidos que la única forma que encontraron para salir fue a través del inconsciente, o sea en los sueños.

—Hubieses sido un gran psicólogo si no hubiese pasado todo esto —comentó su padre, parecía conmovido.

—Lo sé, en algún momento planeo terminar los estudios. Claro, cuando ya no sea un prófugo.

Ante esas palabras quedé muy sorprendida, Alex podría parecer cualquier cosa menos un psicólogo.

—¿No crees que pueda ser una trampa?

—¿Qué cosa? ¿Mía? —soltó una pequeña carcajada—. Papá, está más confundida que todos. Le quitaron hasta la mínima gota de recuerdos, ni su nombre le conservaron.

—Lo sé, pero todo esto se me hace muy raro. Yo no creo en eso de que «el destino los unió otra vez debido al gran amor que se tenían» —imagino que dibujó unas comillas imaginarias en el aire—. Sabes muy bien lo que Sarah es capaz de hacer para conseguir lo que quiere.

—¿Por qué me liberaría para volver a capturarme? No tiene sentido, si ese fuese su plan no estaría buscándome como loca —contestó Alex con seguridad—. Sé todo lo que es capaz de hacer, no sé qué es lo que le hizo a Mía pero eso no fue un accidente. Le creó una vida completamente nueva, con el perfecto imbécil de Ethan como novio. Hace unas horas ni siquiera sabía que tenía una hermana que había muerto —Alex se había comenzado a exaltar.

—¿Cómo dijiste? —ahora Christian era el sorprendido.

—Eso, en su casa no hay rastro de que haya tenido una hermana —dijo Alex intentando calmarse—. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? — supongo que Christian negó con la cabeza ya que Alex siguió hablando—; que tengo la impresión de que Sarah quiere convertirla en todo lo que era Liv. Olivia era perfecta para ella, una excelente alumna, siempre centrada en que estudiaría medicina, tenía el novio perfecto que aun con quince años prometía un futuro increíble, siempre tan correcta; y eso es lo que intentó hacer con Mía desde que Olivia murió, pero Mía era mucho más parecida a Joseph, le gustaba experimentar cosas nuevas, tomar riesgos y doblar un poco las reglas. No me extrañaría que Sarah al ver que se había enamorado de mí, el hijo de su máximo oponente o ex amante que la dejó por su esposa —eso no me lo esperaba—, planeara todo esto, y el accidente fue la ocasión perfecta.

No sabía si había escuchado bien, si de verdad había dicho la palabra «amantes». Pero antes de que pudiera darme cuenta, el plato que tenía en la mano se estrelló contra el suelo y se rompió en mil pedazos. No pasaron ni cinco segundos y Alex apareció en la puerta con cara de preocupación, al ver la expresión de mi cara y que no hacía ningún movimiento, comprendió que había escuchado la última parte de su conversación.

—Escuchaste, ¿verdad? —dijo mientras se arrodillaba para juntar los restos del plato. Asentí moviendo la cabeza, pero sin hacer ningún otro movimiento—. Tranquila —apoyó sus manos en mi hombros.

—¿Piensas que mi mamá aprovechó que perdí la memoria, para convertirme en una chica perfecta como mi hermana? —las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, y me aparté de sus manos—. ¿Tan mierda era como hija que me quiso cambiar?

—No he dicho eso, Mía —se apresuró a aclarar—. Solo dije que eran distintas, no por eso vas a ser una «mierda», ambas eran perfectas a su manera, eso le faltó entender a tu madre.

—Necesito pensar —dije mientras comenzaba a caminar rápidamente hacia el ascensor.

El ascensor hizo un ruido y comenzó a subir, salí hacia el bosque rogando perderme. A los pocos minutos sentí que una mano afirmaba mi brazo, era él.

—Te acompaño.

—No —dije moviendo bruscamente el brazo para soltarme—, necesito estar sola, Alex.

Me soltó y me fui corriendo, no sabía hacia dónde me dirigía ya que aún no me acostumbraba a todos los caminos del bosque. Pensé en subirme al auto y conducir hasta que tuviera algo claro pero no lo hice, definitivamente no estaba en condiciones de conducir. Lo que menos necesitaba era tener otro maldito accidente, aunque tal vez así olvidaba todo de vuelta y mi vida volvía a ser perfecta.

Cuando sentí que estaba lo suficientemente alejada —perdida— de todo, rompí a llorar, lloraba tan desesperadamente que a los pocos minutos me faltaba el aire. No podía respirar, mi pulso se comenzó a acelerar mientras me desesperaba, estaba sudando y sentía escalofríos, sentí dolor en mi estomago y me comencé a marear, en cualquier momento me iba a desmayar y no había nadie cerca para ayudarme. No entendía qué me estaba pasando, jamás me había ocurrido algo así.

A los pocos segundos llegó Alex corriendo, al parecer no me había escuchado al decirle que quería estar sola, pero en eso momento se lo agradecí, en mi mente.

—N-no sé qué me pasa —dije intentando respirar de alguna forma sin mucho éxito.

—Tranquila, tranquila —llegó hasta mí y me abrazó—. Estás teniendo un ataque de pánico —me afirmó la cara con ambas manos e hizo que lo mirara fijamente a los ojos—. Necesito que te tranquilices. Respira.

—No... no puedo.

—Tranquila, Mía —puso una de mis manos a la altura de su corazón—. Intenta regular tus latidos, sigue los míos, inspira profundamente. Piensa en cosas buenas, ya se va a pasar, por lo general estos ataques duran solo tres minutos.

Y así fue. Fueron los tres minutos más largos de mi vida pero volví a mi estado normal. Lo único que pude hacer después de eso fue abrazarlo y llorar en sus brazos.

Cuando volvimos a la casa, Christian ya estaba preparando sus cosas para marcharse, antes de que Alex le vendara los ojos para sacarlo de ahí, me dio una tarjeta con el número de tres doctores y me dijo que cuando fuera les dijera que iba de parte de él, que me atenderían lo más rápido posible y con discreción.

—¿No es hora de que vuelvas a casa? Se van a preocupar —dice Alex, devolviéndome a la realidad en la que me tiene abrazada. Se separa un poco de mí.

—No quiero volver a ese lugar.

—Mía, es tu casa.

—Ese lugar no es mi casa, vivo en una mentira —digo mirándolo fijamente—. ¿Puedo quedarme contigo? Este es el único lugar en el que me siento en casa; es la única cosa real que hay en mi vida en este momento.

—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, esta también es tu casa.

No puedo volver, no puedo mirar a Sarah y decirle «hola mamá» como si nada, no ahora que sé todo esto. Sé que una persona normal se habría ido sin creer nada de lo que había escuchado, pero me han mentido tantas veces en este tiempo que necesito quedarme en el único lugar en el que no importaba cuan dolorosa sea la verdad, siempre me la dirán. Soy del pensamiento de que siempre es mejor sufrir por una verdad que vivir feliz en una mentira, porque por más que uno lo niegue, la verdad siempre sale a la luz, la realidad te golpea con todas sus fuerzas y no hay manera de impedirlo

Vidas Robadas (VR#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora