Capítulo 24: Lugar secreto

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Nos alejamos cada vez más de la cárcel y ya puedo conducir más tranquila, sin el miedo de que nos estén siguiendo. Lo único que espero es que no tengamos tanta mala suerte como para que algún policía nos detenga por rutina y reconozca a Alex.

—¿Pusiste una bomba para escapar? —pregunto en cuanto recuerdo la explosión.

—No fui yo —dice y yo despego la vista de la autopista para mirarlo, al ver que no estoy tan segura de eso, agrega:— le pedí ayuda a un amigo, le dije que hiciera algo para distraerlos, no que pusiera una bomba o lo que haya sido eso.

—¿Cómo saliste de la celda?

—Ben me dio la llave cuando vino —eso me sorprende bastante ya que mi amigo se guardó eso—, al parecer nos ayudo a los dos.

Sonrío, y sigo con la vista en el camino; mientras Alex me va dando las indicaciones para llegar a su lugar. El camino me resulta bastante conocido y cuando me dice que estacione el auto me sorprendo todavía más, estamos en el bosque al que vine con mi padre y el del sueño.

—Alex —enseguida comienzo a desconfiar, este sería el lugar perfecto para enterrar mi cuerpo, casi ni hay luz—. ¿Por qué me trajiste aquí?

—Tranquila —comienza a decir, entendiendo que estoy un poco asustada—, no te haré nada, lo juro. Jamás podría hacerte algo malo.

—¿Qué hay aquí? ¿Este es tu lugar? Porque yo me refería a una casa o algo así.

—Este es nuestro lugar, solo ven y verás.

—No necesito ir, puedes llegar solo. Debo volver a casa.

—Necesito mostrarte que todo lo que te dije es verdad.

—Y yo te creo, pero me iré —antes de que pueda darme vuelta para irme, toma mi mano y la pone a la altura de su corazón.

—¿Escuchas los latidos? —eran muy rápidos, supongo que igual a los míos—. No son por haber escapado, son por estar contigo. ¿De verdad crees que miento?

—¿A dónde vamos? —no sé por qué sentir sus latidos me tranquiliza—. ¿Por qué a este lugar?

—Este bosque solía ser propiedad de mi familia, luego lo convirtieron en un «parque nacional» ya que mi padre era alcalde y quiso hacer algo por su «pueblo». Igual, hay algo que sigue perteneciéndome —me mira como evaluando si debería continuar o no—. Cuando era pequeño, veníamos mucho por aquí, y teníamos un secreto; uno de los arboles es una especie de ascensor que desciende y llega a una pequeña casa. Crecimos y convertimos este lugar en nuestro, fue donde pasamos los últimos meses juntos.

—¿Tú padre no ocupa ese lugar?

—Lo clausuró, pero yo volví a abrirlo sin que se enterara.

De repente una idea aparece en mi cabeza y quedo paralizada. Dijo que ahí pasamos los últimos meses juntos, ¿se supone que estaba secuestrada ahí? Pero después de todo lo que supe hoy, esa idea no tiene ningún sentido y en mi cabeza comienzo a unir todas las cosas.

—No me secuestraste, ¿verdad? —pregunto casi en un susurro, aunque no necesito su confirmación, ya conozco la respuesta.

—¿Qué? —parece sorprendido.

—¡No me secuestraste! —digo con la voz más firme—. Yo me escapé contigo.

—¿Qué fue lo que te contaron? —ahora parece preocupado y un poco molesto.

—¿Por qué me escapé contigo? —ignoro su pregunta.

—Tu mamá nunca aprobó nuestra relación, te consiguió una beca para ir a estudiar artes a Paris, y tú la rechazaste porque te querías quedar aquí, conmigo. Obviamente ella te prohibió verme y luego de una pelea te fuiste de casa —mira hacía todos lados—. ¿Podemos entrar? No sé si sea seguro estar aquí afuera.

Vidas Robadas (VR#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora