● 32: Mi Cuerpo Junto al Tuyo ●

311 39 36
                                    

 Estaban los tres tirados en una plaza, discutiendo que ya era hora de actuar, momento de aclarar las cosas. A cada uno de los tres les gustaba alguien, pero no sabían como reaccionar, o como manejar la situación. Si todos supiesen que todo era reciproco, sería mucho más fácil.

—No, no hay chance —dijo Cristian con firmeza.

—No estamos diciendo que te le declares, pero... —sugirió Rodrigo.

—Muchachos, yo necesito un poco más de tiempo.

—Pero, no nos dijiste que hoy almorzaste con él.

—Si, pero solo fuimos a ver a una... una conocida. En cambio vos Juli —soltó Cristian mientras tomaba un mate.

—¿Yo qué? —preguntó Julián con curiosidad.

—¿No dijiste que tenes la casa sola el finde?

—Sip, mis viejos se van a CABA por unos días.

—Y bueno, ahí tenés. Invitalo a... ¿dormir? —dijo Rodrigo.

A pesar de que Julián ya conocía a Lisandro y Leandro, no sabía que eran los mismos de los que hablaban los otros dos. Lo mismo le pasaba a Cristian con el Enzo que nombraba Julián. La primer semana del año había sido una de las mas tranquilas. Sin embargo, esa distancia inexplicable que mantenían entre ellos necesitaba desaparecer. Había llegado el momento de hacerlo, de poner fin a esa brecha. Lo que no sabían es que a pocos kilómetros de distancia se estaba llevando a cabo una conversación similar, precisamente en la casa de Leandro.

—¿Y cuándo hablaste con él? —preguntaba Lisandro.

—Ayer, pero no estuvimos mucho rato. Igual me dio su número, le regalaron un celular -respondió Enzo.

—¿Y tenés su número acá? —preguntó Leandro.

Enzo sacó la billetera de su mochila, y de ella extrajo un papelito con el número de Julián anotado en él.

—¿Te lo anotó en lápiz? Odio que anoten cosas importantes en lápiz. ¿Por qué no usa una lapicera?

—¿A qué viene eso? —preguntó Lisandro, confundido por el comentario.

—Cosas mías —respondió Leandro mientras anotaba el número en su celular —tomá mandale un mensaje desde el mío.

—No voy a hacer eso.

—Decile que lo querés ver.

—¡Dale Enzo! Además vos siempre decís "ay me lo re culeo" y ahora arrugas cagón -le reprochó el castaño.

El moreno suspiró y tomó el teléfono para escribir el mensaje.

Para Julián (Borrador):

Hola Juli, soy Enzo, este es el cel de un amigo, no es mío. Quería saber si querés que nos juntemos. Saludos.

—No, ¿Qué es esto? Así no, tarado —comentó Leandro al leer el mensaje. —Te cobran de más por muchos caracteres, además ese "Saludos", ¿Qué estás mandando una carta, boludo? Es así, mirá.

Para Julián (Borrador):

Hl Juli, sy Enz. Krs jntarte? Avsm bsss.

—Pero no se entiende un choto así, o ¿no Licha? -se quejó Enzo.

—Si mal, ¿Qué tenés dislexia?

—Ustedes no saben nada.

En pleno 2007, ni Lisandro ni Enzo estaban al tanto de la forma en que se escribían los mensajes. Era moda entre los jóvenes escribir mensajes de texto de esa forma. Era común acortar las palabras al máximo y escribir con errores ortográficos. Nadie sabía realmente por qué seguían esta tendencia o por qué sentían esa necesidad de abreviar, aunque se justificaba con el costo adicional por caracteres en los mensajes, que no podían exceder los 160. O tal vez era simplemente una forma de diferenciarse de los adultos.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora