● 37: Dieciocho (Interludio) ●

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 Cristian se acercaba lentamente a Lisandro. El castaño lo vio venir pero no le dio importancia, mantenía la vista en el cielo.

—Hola —dijo Cristian, apoyándose en el auto a su lado.

Lisandro no respondió, pero asintió con la cabeza en forma de saludo.

—Perdón por no querer bailar allá adentro —se disculpó Cristian.

—No pasa nada.

—¿Como... como la estás pasando?

—Bien, supongo. Hasta olvidé que toda esta fiesta es para mí.

—No sé si eso sea tan bueno.

—¿Qué cosa? ¿Olvidar?

La brisa atravesaba el espacio entre ambos. Las luces de las farolas del estacionamiento dibujaban la silueta de los dos jóvenes apoyados en el auto.

—Me crucé... —Cristian tragó saliva —a Ota cuando venía para acá.

—Ah sí —respondió Lisandro —Nos besamos.

Verlo era una cosa, pero escuchar lo que pasó de la propia boca del castaño le cayó como un balde de agua fría. Era un recordatorio de que Lisandro no iba a esperar sus indecisiones toda la vida. Era lo justo.

—Y, ¿Cómo fue?

—Bien, creo. Pero le dije que no sigamos.

—¿Por? —preguntó Cristian con curiosidad.

—No sé, supongo que me gusta otra persona —dijo Lisandro, sintiendo una pequeña gota de lluvia caer sobre su mejilla —Besarte con alguien mientras te gusta otra persona se siente horrible.

—Yo... me imagino.

Lisandro notó cómo se sumergía en un estado melancólico y triste. Llevó ambas manos a sus mejillas y se dio pequeños golpecitos para recuperar la compostura.

—En fin —dijo volteando a ver al otro —¿Vos que onda? ¿Te vienen a buscar? ¿O te vas con alguno de los chicos?

—Mi papá dijo que venía a buscarme a eso de las cinco —contestó Cristian mirando hacía arriba —Espero que no se olvide, la última vez que salí de noche nunca llegó, y lo estuve esperando hasta las siete de la mañana. Me tuve que volver en bondi.

Las nubes continuaban acumulándose sobre ellos, presagiando una lluvia que amenazaba con desatar un torrencial aguacero.

—Pero te podes quedar en mi casa si quieres, obvio que vas a tener que esperar que terminemos de ordenar y entreguemos el salón primero —Lisandro se detuvo unos segundos, pensativo—. O puedo preguntarle a mi tía que te lleve, seguro dice que sí. Vení, vamos a preguntarle.

—Esperá, Lisandro, ¿por qué?

—¿Qué pasa? Digo, así podés dormir en tu casa. Después de todo, no hay como la cama de uno mismo para dormir —bromeó Lisandro.

—No. ¿Por qué sos tan bueno conmigo?

—Porque sos mi amigo.

—No —respondió tajante Cristian —no soy tu amigo. Deje de serlo hace mucho tiempo.

—Cristian, ya fue. Sé porque lo decís, eso quedó en el pasado.

—No. El otro día, cuando volvimos de la joda de Ota, me preguntaste por qué... —Cristian tragó saliva, ni siquiera podía decirle —por qué te pegué.

Al escuchar sus palabras Lisandro suspiró, se acordaba a la perfección de lo que dijo, sabía que iba a pagar caro por la borrachera de esa noche.

—Cristian, de verdad, eso ya pasó. Yo estaba en pedo, no sé por qué lo dije.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora