● 39: El Incidente de Tercero (II) ●

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 Los dos se miraban fijamente, preguntándose cómo es que habían llegado a ese punto, a esa situación. Lisandro cerró los ojos durante unos segundos. Su primera idea fue salir corriendo de allí, pero no quería hacerlo.

—¿Qué pasa Licha, te comió la lengua el gato? —bromeó Gonzalo —¿O Cristian?

—¿Son noviecitos ahora? —Joaquín se sumaba.

—Somos amigos —comentó Lisandro con firmeza.

—Ah Cuti, ¿sos amigo de este trolo? —comentaba Joaquín —Te me caes si es así.

El silencio del más alto que solo mantenía la vista en el piso hizo que Lisandro se desespere. "Sí, soy tu mejor amigo, deciles" pensó. Pero ante la nula respuesta algo se quebró dentro de él.

—Deciles Cristian —soltó Lisandro con la voz quebrada.

—Apa, ¿Qué nos tenés que decir Cuti? —cuestionó Joaquín de nuevo.

—Dale Cris, deciles.

Lisandro solo quería que le diga que eran amigos, pero quizás, Cristian en su cabeza, pensó que se refería a otra cosa. Tomó la iniciativa, dio unos pasos acercándose a él, para hacer que responda.

—Cristian, deciles —volvió a insistir Lisandro mientras todos miraban la situación en silencio.

—Andate, por favor, andate —susurró Cristian.

—No. Quiero que les digas.

El más alto con las dos manos le dio un empujón, que casi hace que Lisandro se tropiece. —¡Te estoy diciendo que te vayas!

Automáticamente, Joaquín y su grupo empezaron a vitorear a Cristian, y moverse alrededor de ellos, como si de un grupo de orangutanes en una pelea se tratase. Clamando y rogando por más violencia.

Lisandro se acercó a él y le devolvió el empujón. —¡Deciles!

"¡Cristian hacelo cagar!", "¡Dale Cuti, metele una piña!" eran los gritos que inundaban el baño. Cristian apretó su puño y levantó un poco el brazo derecho.

—¿Qué me vas a pegar? No tenés los huevos —lo enfrentó Lisandro —¡Deciles!

—Andate —suplicó Cristian.

—¡Dale pegame!, al final sos tan maricón como yo.

Lisandro vio cómo Cristian levantaba el puño y lo dirigía hacia su cara. No tuvo tiempo de esquivarlo o de protegerse. Solo pudo cerrar los ojos y esperar el impacto. Al principio no sintió nada, el golpe lo hizo tambalear y caer al suelo, casi sin aliento. Oyó el sonido de los otros chicos, que se burlaban y aplaudían, coreando el nombre de Cristian.

Mientras pasaba tiempo en el suelo, el ardor apareció. Sintió un dolor agudo y ardiente en la nariz y en los labios, como si le hubieran clavado una aguja. Dolía, y mucho, pero lo que más le dolió fue el silencio de Cristian, que no dijo nada, que no se disculpó, que no lo ayudó a levantarse. Al subir la cabeza observó como este lo miraba desde arriba, y ahí fue cuando la sangre comenzó a salir de su nariz.

Lisandro no podía creer lo que acababa de pasar. Había recibido el peor golpe de su vida, y no solo físicamente. Cristian, su mejor amigo, su confidente, su cómplice, su amor secreto, le había pegado. Le había hecho daño, lo había humillado, lo había traicionado. ¿Por qué? ¿Qué había hecho mal? ¿Qué había dicho mal? ¿Acaso no se daba cuenta de que solo quería que vuelvan a ser amigos?

Se levantó del suelo, con dificultad. Se limpió la sangre que le salía de la nariz. Miró a Cristian con una mezcla de dolor, rabia y decepción. No iba a rendirse. No iba a dejar que lo pisotearan. Así que lo desafió de nuevo. Con voz firme, le dijo:

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora