● 38: El Incidente de Tercero ●

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Chau loco, suerte.

Chau loco, suerte

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La llegada de marzo los deprimía bastante, sabían que en cualquier momento tendrían que volver a clases. Se aferraban a la idea de aprovechar plenamente los últimos días de vacaciones. Por eso se habían reunido en la casa de Lisandro, juntándose para prácticamente no hacer nada, una de sus actividades favoritas.

La habitación de Lisandro estaba iluminada por la tenue luz del atardecer que se filtraba por las cortinas entreabiertas. En una esquina, sobre una mesita, reposaba un tocadiscos antiguo, un tornamesas que había heredado de su padre. Lisandro, con mucha concentración en la mirada, intentaba resolver el misterio de por qué no funcionaba mientras Cristian, tumbado en el suelo, jugueteaba lanzando una pelota contra la pared.

—¿Vos decís que funciona? —preguntó Lisandro frunciendo el ceño.

—Probá dándole unas palmaditas.

El silencio se rompió por el crujido de un vinilo al caer sobre el plato.

—Licha, tené cuidado, mirá que me salió caro.

—Cerrá la cola.

—La tengo cerrada no como vos.

—Shh —ordenó Lisandro moviendo las clavijas de la torna mesas.

La música comenzó a salir del altavoz, llenando la habitación con acordes de guitarra que se entrelazaban con notas de piano y una voz rasposa.

—¡Al fin! —comentó Cristian, mientras Lisandro, con una gran sonrisa de felicidad por haber arreglado el tocadiscos, se dirigía a sentarse a su lado en el suelo.

—A ver, préstame —dijo el castaño, arrebatándole la pelota de la mano.

La proximidad de las clases, que cada vez se acercaban más, hacía que Cristian se pusiera de mal humor. No le iba precisamente mal en el colegio, pero odiaba el hecho de pasar de una vida sin horarios a tener que levantarse temprano de lunes a viernes durante 9 meses seguidos. Tener a Lisandro a su lado ayudaba a aliviar ese pensamiento. Ese tormento no era tan malo si lo tenía cerca.

—Mmmm, no quiero volver al colegio, matame.

—Yo tengo unas re ganas de empezar —respondió Lisandro.

—Uh, hermano, sos un comelibros.

—No soy comelibros, pero me aburro. Si no me pongo a hacer algo, me voy a morir de aburrimiento.

—Ósea que te aburrís conmigo. Dejá, dejá —dijo Cristian fingiendo estar ofendido.

—Boe, no me refería a eso. Vos me entendés.

Antes de que la pelota volviera a la mano de Lisandro, el moreno se apresuró para tomarla antes que el otro. Con cada rebote, Cristian se sumergía más en sus pensamientos, reflexionando sobre algo.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora