● 41: Espías ●

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Lisandro sintió que se le rompía el corazón al escuchar las disculpas de Cristian entre sollozos. No podía entender la profundidad de sus propios sentimientos en ese instante. Se reprochó por un momento, pensando que él también había contribuido a aumentar la distancia que se había creado entre ellos desde tercero. Pero luego se dio cuenta de que culparse por todo lo que había pasado no tenía sentido.

Sin embargo, cuando oyó la confesión, quedó petrificado. Mientras la llovizna se hacía más fuerte, Lisandro se sumergió en sus pensamientos. Dudaba si lo que acababa de ocurrir era real o un sueño. "Siempre estuve enamorado de vos. Perdón." Las palabras de Cristian retumbaban en su mente como un ruido constante que no parecía cesar nunca.

—Dios, ¿qué hago ahora? —se preguntó mientras se tocaba la mejilla.

No sabía cómo afrontar la situación. ¿Debería confesarle a Cristian que aún sentía algo por él? Parecía una decisión fácil, pero la simplicidad, a veces, trae consigo una complejidad que nos impide actuar como deberíamos. Tener frente a él un camino corto y sencillo, lo hizo dudar de lo que era correcto o no.

¿Y si Cristian se arrepentía de lo que había dicho? Al fin y al cabo, al final de la confesión le había pedido perdón, como si fuera un error. Pero también pensó que no podía dejar pasar esta oportunidad. Quizás era la única que tendría de decirle lo que sentía. Si Cristian se había sincerado y le había contado todo, él debía hacer lo mismo; era lo más justo.

Así que se armó de valor y entró rápidamente al salón, buscándolo con la mirada. Pero no lo encontró por ninguna parte. Se cruzó con Julián y Enzo, dos de sus amigos, que lo miraron con curiosidad.

—¡Juli! ¿Lo viste a Cristian? —preguntó apenas lo vio.

—No che, creo... que ya se fue —balbuceó Julián, que estaba visiblemente ebrio.

Se dirigió rápidamente a la entrada, pero no encontró rastro de nadie. Eran pasadas las cinco, se le había olvidado por completo que el papá de Cristian lo buscaría a esa hora. La idea de tener que esperar hasta el lunes para verlo en el trabajo lo ponía ansioso, pero supo que ya no podía hacer nada más, solo esperar.

La fiesta estaba llegando a su fin. La mayoría de los invitados ya se habían ido, pero su grupo aún estaba en el centro bailando como si no hubiera un mañana. A pesar de seguirles el ritmo a sus amigos, no dejaba de pensar en la confesión. Aunque las luces prendidas indicaban que era hora de irse, ellos seguían en su mundo, bailando y cantando sin preocuparse por nada más. Leandro y Rodrigo ya estaban por irse; pero a Lisandro, Enzo y Julián les tocaba quedarse hasta que todos se fueran.

Cuando ya no quedaba nadie más que las familias anfitrionas, ayudó a cargar a Enzo al auto de su padre, seguido por un Julián tambaleante producto del alcohol, que al parecer se quedaría en su casa. Lisandro subió con su madre a la camioneta de su tía, quien los alcanzaría hasta su casa; la lluvia caía con fuerza, haciendo a todos salir del lugar más rápido de lo normal.

Solo habían recorrido unos metros antes de llegar a la esquina, hasta que notó a un chico refugiado de la lluvia en una garita, y lo reconoció al instante. Parecía triste y asustado.

—¡Pará, frená acá! —le gritó a su tía.



...



La tormenta se había llevado el calor de las noches de verano, reemplazándolo con una calma fresca que se colaba por la ventana abierta. Lisandro preparó un lugar acogedor en el suelo, como solía hacer cuando alguien se quedaba a dormir. Un colchón y unas mantas estaban dispuestos para que él descansara. Le hizo una seña a Cristian para que duerma en su cama. Sin embargo, la habitación vibraba con una tensión que ninguno quería abordar desde que se quedaron solos.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora