● 44: Sombras en el Hospital ●

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La tarde transcurría anormalmente lenta. Rodrigo vació la mochila que solía llevar al trabajo para colocar en ella una muda de ropa. Lejos de tener cada prenda meticulosamente doblada, simplemente las hizo en un bollito y las guardó, insistiendo en que así cabrían más cosas. A pesar de la insistencia de su madre de llevar más de una muda, Rodrigo estaba convencido de que la operación sería algo sencillo. Tenía la fe de que para la tarde del día siguiente ya estaría de regreso en casa.

—¿Estás seguro de tener todo? —preguntó su madre.

Rodrigo asintió, y aunque tenía todo listo, experimentaba una breve sensación de que algo se estaba olvidando. Pero eso le pasaba siempre, a decir verdad.

El trayecto hacia el hospital se le hizo mucho más largo de lo habitual. Nuevamente, frente a la imponente presencia del hospital, se sentía diminuto, recordando la sensación de cuando tenía apenas 10 años. Pero ahora, algo era diferente, algo era nuevo.

Mientras su mamá estaba en administración, arreglando los papeles sobre todo el procedimiento, Rodrigo se encontraba sentado en una sala de espera. Fijaba la vista en un afiche que concienciaba sobre el dengue, uno nuevo, y como de costumbre, lo leía por completo justo cuando unas manos taparon sus ojos.

—Adivina quién soy.

La realidad es que Rodrigo ya había sentido su presencia antes de que le tapara los ojos. A Leandro solía contarle que desde que "le abrieron la cabeza" cuando era niño, algo se activó en él, como un tercer ojo. Claramente, era una mentira, pero de alguna manera siempre sabía cuando Leandro estaba cerca. Sintió el tacto suave de sus manos y la dulzura de su voz. ¿Cómo no lo reconocería? Aunque siempre era bueno bromear un poco.

—¿Paulo?

—No. —Leandro se paró rápidamente frente a él, tratando de poner su mejor cara de ofendido—. ¿Quién es Paulo?

—Nadie, lo inventé. —Confesó Rodrigo entre risas.

—Ah, sos re gracioso. —Leandro se sentó a su lado, llevando en su espalda una mochila que no pasó desapercibida.

—Te dije que no hacía falta que vinieras. Además, ya es tarde.

—No importa, voy a pasar la noche acá.

—No, Lean, ¿dónde vas a dormir? Andá a tu casa y si querés, venís mañana después de la operación.

—Te dije que no. Además, no voy a pasar la noche solo —mencionó Leandro, mirando en dirección a la entrada —Solo que no sé en cuanto llegan.

—¿Qué? ¿Quién más viene?


. . .   


A pesar de saber manejar, llevar gente consigo lo ponía nervioso. Un colectivo casi se les atraviesa cuando cruzaban la diagonal 12, haciendo que el corazón de Julián se acelere por completo. Lisandro, que hacía de copiloto, se reprochaba en qué momento accedió a que irían al hospital llevados por Enzo, pero como ya se sabe, tiene el sí muy fácil.

—Dios, Enzo, me vas a matar de un infarto —decía Lisandro preocupado.

—Cerrá el orto, me desconcentras.

—Tendríamos que haber venido en bondi.

—Si estoy manejando re bien.

—Sí, eso sí tenemos en cuenta el pequeño detalle de que... ¡no tenés carnet!.

—Pará, ¿cómo que no tenés carnet? —dijo Cristian mientras se incorporaba de los asientos de atrás.

—Y sí, si cumplimos 18 recién, boludo.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora