● 45: Sombras en el Hospital (II) ●

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La ciudad se mecía bajo el manto de la noche. Se podían ver las luces apagadas de cada uno de los hogares, alguna que otra habitación prendida. Las farolas de las calles teñían todo a su paso de un tono naranja.

—¿No debería haber un guardia acá? —preguntó Cristian.

—No hay guardia en el estacionamiento, va a haber acá. ¿Te gusta?

—Si, es muy bonita la vista, como vos.

Lisandro pensó "ese chamuyo barato", pero aún así era muy efectivo, tanto que había logrado ponerlo colorado.

—Primero te metes en oficinas de directoras muertas, ahora en hospitales. ¿Qué sigue? —continuó Cristian recordando el asunto del diario —Mirá que tenemos una charla pendiente.

—No quiero hablar de eso.

—Pero Licha.

—Cuti, no insistas.

—Me siento raro cuando me decís así. Es como si nada hubiese pasado.

Una brisa los atravesó a ambos, regalándoles un poco de frío. Cristian respiró hondo; quería abrazar a Lisandro, pero sentía mil ojos encima, a pesar de que estaban solos en una terraza. Y aunque tenía la certeza de que nadie los estaba mirando, su brazo permanecía inmóvil, incapaz de moverse.

—De a poco Cris.

Las palabras del castaño, como siempre, eran certeras y precisas, llevándolo a preguntarse "¿cómo sabe que decir?".

—Si vos sentís que no podés darme afecto en público, no pasa nada —continuó Lisandro.

—Es que... me da miedo.

—¿Miedo de qué?

—Miedo de... —Cristian era incapaz de encontrar las palabras —no sé. Soy un gil.

—Cris, siempre vamos a tener mi pieza para estar, ahora con tu compañía me basta.

Esas palabras lo relajaban; ninguno sabía si estaban haciendo lo correcto. No sabían si en el futuro se cansarían de esto, pero se permitieron solo pensar en el ahora. Quitándole importancia, estaban seguros de que ahora que se tenían el uno al otro, podían superar juntos cualquier cosa.

—Igual acá no nos está viendo nadie —continuó Lisandro mientras tomaba al mas alto del cuello de la remera. Al acercarse le dejo un suave y corto beso en los labios, haciendo que Cristian termine poniendo su mejor cara de tonto.

Cuando volvieron, Julián y Enzo seguían durmiendo, el primero apoyando la cabeza en el segundo. Leandro a un costado también con los ojos cerrados y el celular en la mano. Se sentaron al lado del de ojos claros, en esa fría sala de espera. No podían faltar al trabajo a la mañana siguiente, debían ir. Sabían que si no dormían, estarían muertos.

—Mañana vamos a estar re muertos si no dormimos —comentó Cristian.

—Nos compramos un café y vamos andando.

—Voy a dormir una re siesta seguro.

—Podes venir a mi casa, y la dormimos juntos —propuso Lisandro con una sonrisa juguetona.

—Si lo pones así, no me puedo negar.

A la vez, en la penumbra de la habitación, Rodrigo cerró los ojos, permitiendo que el cansancio finalmente se apoderara de su ser. Mañana sería el día de la intervención, pero esa noche, entre las luces tenues del hospital, se aferró a la certeza de que no estaba solo en esa travesía. Agradecía ese gesto, aunque simbólico, por parte de sus amigos de pasar su primera noche ahí junto a él.

Verano del '06 | ( cutilicha )/( julienzo )/( rodrilean )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora