Milenio Vacío II: Viejo Mundo

Obsequio

—POR CIERTO... ESTO ES TUYO. —Pronunció Yagi, haciendo entrega de una pequeña caja envuelta a la peliblanca. —NO SABÍAMOS QUE DARLE A ALGUIEN QUE NO LE IMPORTA LO MATERIAL, PERO BROOK SAN Y YO TUVIMOS UNA IDEA.

Bakanee, intrigada por el regalo inesperado y la explicación, procedió a abrir la caja cuidadosamente, donde en su interior, descubrió una esfera de madera bellamente decorada con detalles en tonos dorados. 

Tras examinar el pequeño artefacto, observó con atención que presentaba una división sutíl en la mitad. Rotó la esfera, tratando de comprender su función examinando cada detalle con curiosidad.

—Gírala para darle cuerda—Explicó Brook apuntando a la fractura.

La mujer siguió las instrucciones y giró las piezas de madera en direcciones opuestas hasta que se produjo un ligero clic. Al soltarla, se percataron que se trataba de una pequeña caja musical que reproducía exactamente la melodía que solía tararear.

Sus ojos se humedecieron y la nariz comenzó a cosquillear; La asistente cerró sus ojos y tomó la esfera con ambas manos, descansándola en su pecho, en posición con el corazón; así concentrándose en la familiar vibración que emitía, mientras lágrimas brotaban y una sonrisa se dibujaba en su rostro, para despues abrazar esa sensación, permitiéndose acompañar la melodía con los sonidos de su garganta, entrando en sintonía.

Una cálida sensación de energía se infundo en el ambiente. El césped bajo sus pies empezó a crecer con una rapidez asombrosa, transformándose en una alfombra verde y frondosa que rebosaba en la cubierta. Las esferas del pino comenzaron a caer debido a las piñas que emergieron como pequeños milagros de entre las ramas.

Las hortalizas de Usopp, comenzaron a dar frutos exuberantes a pesar de no estar bajo las condiciones adecuadas... Las flores de Robin se abrieron, desplegando su belleza en un encantador espectáculo; y las mandarinas de Nami, impulsadas por esta calidez, crecieron hasta alcanzar la madurez, listas para ser cosechadas.

La vitalidad fluía en el ambiente, evidenciada por la exuberante flora que adornaba el barco, y pronto, esta energía también empezó a afectar a quienes se encontraban a bordo. La calidez de sus cuerpos se tornaba cada vez más serena, irradiando una sensación de paz y nostalgia, logrando que por un momento todos olvidaran que estaban en pleno invierno.

Perplejos, se miraron mutuamente, descubriendo la presencia de una joven desconocida con grandes ojos verdes y cabello con destellos rosados, siendo reconocida solo por unos pocos de sus compañeros.

—¡HAGAKURE SAN! —Llamaron Ashido, Jiro y Uraraka alarmadas, al ver de nuevo a su compañera invisible mostrarse.

—¡OH, NO! —Mina reaccionó asustada, retrocediendo para alejarse del grupo. —¡NO SE ME ACERQUEN! —Advirtió con una expresión aterrada, como lo demostraba su mirada con ojos humedecidos.

—¡NO DE NUEVO!

—NERUMI, ¡DUERMELA! —Ordenó Aizawa

—¿Qué está sucediendo? —Nezu reaccionó alterado ante la reacción de temor grupal.

—¿Qué es todo ese ruido? —Eri despertó tallando sus ojos.

Sin saber qué respuesta ofrecer, la atención de su cuidador se centró en la pequeña, cuyo cuerno había crecido tanto que se comenzaba a enroscarse, a la par que surgió otro idéntico en su lado izquierdo.

—¡Aizawa sensei! —Llamó Mirio preocupado por la energía que desbordaba ambos cuernos de la niña. —¡ERI CHAN!

—¿Estas bien Eri chan? —El joven rubio trató de mantener su compostura para no alarmarla, pero la niña de ojos rubies, no entendía que sucedía.