24. I Love You, Baby.

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«Y mira tú, andaba buscando una estrella y encontré una galaxia»

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«Y mira tú, andaba buscando una estrella y encontré una galaxia».

Ron Israel.

Abril, 2020

📍 Nueva York, Estados Unidos.

Adelinne está tensa cuando baja del auto, sus labios están apretados en una dura línea y sus ojos azules parece atormentados.

—¿Vas a decirme qué te pasa? —le paso un mechón rubio detrás de la oreja y le acomodo el diamante en el cuello.

Me mira fijamente y traga con fuerza.

—Nada —apoya una mano en mi pecho y trata de sonreírme—. Estoy bien.

Entrecierro los ojos acusadoramente hacia ella.

—Que sepas que no te creo absolutamente nada.

Se ríe, un poco más relajada ahora.

—Eso quiere decir que estás aprendiendo a conocerme de verdad —admite que está mintiendo, pero no borra la sonrisa—. Anda, vamos. Entremos ya.

Le ofrezco el brazo y ella lo acepta con una sonrisa encantadora y entonces me vuelvo a topar con la mujer que me encanta. Preciosa, tierna y fuerte.

Le entrego las llaves del Porsche al valet y luego caminamos hacia la mansión Thompson. La fachada de madera de pino nos recibe, pintada de un color miel oscuro. Está decorada con luces doradas y el camino de cerámica gris está bordeado por luces led incrustadas que rodean la casa y llevan hasta el patio trasero. Sin embrago, antes de cruzar, hay un fotógrafo con una enorme cámara Canon tomándole fotos a todo el mundo. Por supuesto, apenas me reconoce, sus ojos brillan ante una nueva noticia.

—Aquí vamos —resoplo cuando el tipo se acerca.

—Señor King, que honor verlo —me da un apretón de manos nervioso, mirando de mí a mi cita—. Señorita...

—Adelinne Lewis —dice ella, sonriendo amablemente.

—Es un placer, Srta. Lewis. ¿Me permiten una foto?

—Por supuesto —acepto.

El tipo se aleja para posicionarse.

—¿No era esto lo quería, señor King? —cuestiona Adelinne en un susurro.

La rodeo con el brazo y la aprieto a mi costado, apoyando mi mano en su cadera.

—¿Que el mundo entero sepa que usted es mía, Srta. Lewis? —ambos miramos a la cámara y el primer flash me ciega momentáneamente—. Por supuesto que sí.

—Estás loco —se ríe, mirándome.

—Loco por ti —replico, inclinándome hasta que nuestros labios quedan a centímetros.

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