«Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma».
Julio Cortázar.
Septiembre, 2020
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
No estaba segura de lo que pasaba, pero Arturo estaba más ansioso que nunca. Hablaba por teléfono constantemente, y salía de casa más de la cuenta, siempre con Edward pisándole los talones. Anthony ha venido a casa también un par de veces desde la boda de mi padre —hace solo una semana— y se ha quedado hasta tarde con Arturo en el despacho para hablar de negocios con comida para llevar y whisky del caro.
Mentiría si dijera que no me causa curiosidad, pero cada vez que le pregunto, solo me besa y dice:
—No te preocupes por nada, ¿de acuerdo?
—¿Es sobre la policía? —le pregunto cada vez.
—No, cielo —me besa para distraerme—. No tiene nada que ver con la policía. Sobre eso, si sé algo, te lo diré inmediatamente.
—¿Y entonces de qué se trata? —le dije un día, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre mi pecho—. ¿Por qué no quieres decírmelo?
Él se había echado a reír entonces y me abrazó.
—Porque es una sorpresa, pero aún estoy trabajando en eso —respondió.
—¿Es un negocio?
—Sí.
—¿Cómo una inversión?
—Exacto. La mejor inversión de mi vida.
—Pero no me vas a decir qué es.
—No hasta que esté hecho, no.
—Bien.
—Bien.
Ese sábado me besó y se fue a su despacho, luego llegó Anthony y siguieron trabajando. Me hicieron pedirles dos hamburguesas dobles porque ya eran cerca de las diez de la noche y la cena que les preparó Rose había sido digerida a la perfección. Después me fui a dormir cuando dieron la una de mañana, sabiendo que tardarían mucho tiempo más.
Las primera dos semanas —de las cinco que tendrán— de la luna de miel de Molly y papá pasaron así, solo hablamos un par de veces y yo me mantuve ocupada con la galería y los cuadros. Hablé con Oliver por teléfono y le pregunté si quería ver los avances del cuadro que le estaba haciendo. Dijo que estaba muy ocupado con su trabajo y los niños, pero que se pondría en contacto cuando tuviera tiempo para reunirse conmigo. Al final de la segunda semana de septiembre había pintado dos cuadros más mientras me moría de curiosidad por saber que tramaba Arturo.
El sábado por la mañana me desperté con su gran mano apoyada en mi espalda y sus labios en mi sien. Sentía que no había dormido nada, así que refunfuñé cuando abrí los ojos y vi que el cielo estaba medio gris todavía.
—Buenos días, preciosa —dijo su voz ronca en mi oído.
—Buenos días —resollé con voz ronca—. ¿Qué hora es?
—Cerca de la cinco.
Hundí la cabeza en mi almohada y gemí.
—Es muy temprano —me quejé, y de repente pensé que me había despertado para tener sexo.
No habíamos hecho el amor desde que lo apuñalaron. Había pasado bastante tiempo. Y, siendo sincera, me sorprende que no haya estado encima de mi toda la semana. Pero se lo atribuyo a su constante trabajo.
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Claroscuro
Romance«El arte no es algo que se pueda tomar y dejar. Es necesario para vivir». Oscar Wilde. Adelinne Lewis tiene la vida resuelta, o eso creía. Con el corazón roto y dos maletas llenas de ilusiones y esperanzas muertas, vuelve al lugar que fue su hogar d...