Prefacio

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Febrero, 2020

📍Nueva York, Estados Unidos.

No tengo palabras para expresar lo que siento, no tengo fuerzas para explicar lo que sucede y tampoco hallo la manera de darle forma a lo que mis ojos vieron hace tan solo un mes atrás. Ah, pero sí tengo lágrimas para llorar por eso, un corazón que se rompe a cada segundo y un alma que se quebranta si pienso en lo que me he convertido.

Todos se rieron a mis espaldas, todos lo sabían y me mintieron en la cara. Los que creí que eran mis amigos, los que creí que eran mis colegas, la que creí que era mi mejor amiga y confidente, el que creí que era el amor de mi vida. Todos y cada uno de ellos jugó un papel que, al final, solo tuvo un propósito: romperme.

Por eso estoy aquí, frente a nuestro bar favorito, observando a través de los cristales como mis colegas del trabajo se ríen y chocan sus cervezas entre sí. También veo a Clara, mi ex mejor amiga, sonriendo encantada y sentada sobre el regazo de mi ex novio, Daniel. Todos se ríen, disfrutan del inicio de otro fin de semana. De otro sábado en el que, se supone, debo estar encerrada en mi estudio, pintando otro cuadro para mi colección. Y, mientras yo trabajo sin descanso, ellos están aquí, gozando de la vida.

Pero, a pesar de mi tristeza, a pesar de mis lágrimas y de mi dolor, he tomado una decisión. Bueno, la tomé en el mismísimo instante en el que entré sigilosamente al departamento de mi novio hace un mes, cuando quise darle una sorpresa. Decidí lo que iba a hacer en el preciso momento en el que lo vi follándose a mi mejor amiga en su ducha, un lugar en donde muchas veces me hizo el amor.

Decidí ponerle fin a todo de la manera más teatral, dramática y vengativa posible.

A: fingí que todo estaba bien, terminé todos mis cuadros a la fecha establecida y estaba lista para renunciar a mi empleo. B: callé el hecho de haber descubierto la infidelidad de mi novio con mi mejor amiga. Y C: me puse un vestido rojo, corto y entallado, me ricé mi pelo rubio y me maquillaje como si fuese a participar en el próximo Miss Universo.

Llené mi pecho de aire y con la cabeza en alto entré al bar. Mis tacones de diez centímetros resonaron por todo el lugar y más de un chico volteó a verme, más de una chica cuchicheó al observarme. Pero no me detuve, por alguna razón, el dolor había desaparecido, solo quedaba la ira y las ganas de mandar todo a la mierda.

Ninguno de mis conocidos me notó, fui yo quien alzó la voz.

—Buenas noches —dije con toda la chulería y confianza que tenía, sonriendo como el maldito gato de Cheshire—. Que alegría verlos divertirse tanto.

Todos se sobresaltando. Brandon, mi futuro ex jefe y dueño de la galería donde exhibo mis obras, abre mucho los ojos. Julie, mi futura ex mánager y Mariano, mi futuro ex abogado, están tan asombrados que tienen la boca abierta. Y, por supuesto, Clara y Daniel están más blancos que un papel.

—Addy —jadeó Clara, casi saltando del regazo de Daniel.

Sí, perra, ya lo sé todo.

—¡Oh, no! No se levanten —digo sin dejar de sonreír—. Solo vine a saludar, de hecho, tengo bastante prisa.

—¿Prisa? —chilla Julia, mirándome de arriba abajo—. Estás encantadora, ¿vas a algún lado?

—Sí, estaba pensando en ir a ese club nuevo que está cerca de la galería —expliqué, haciendo un ademán para restarle importancia—. Es que quiero celebrar, han pasado muchas cosas últimamente y no quiero dejar pasar la oportunidad de irme de fiesta por última vez aquí en Nueva York.

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