41. Pondré el mundo entero a tus pies.

387 61 13
                                    

«La vida no se mide por la cantidad de aire que respiraste, sino por los momentos que tu corazón palpito fuerte: de tanto reír, de sorpresa, de éxtasis, de felicidad sobre todo de querer sin medida»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«La vida no se mide por la cantidad de aire que respiraste, sino por los momentos que tu corazón palpito fuerte: de tanto reír, de sorpresa, de éxtasis, de felicidad sobre todo de querer sin medida».

Pablo Picasso.

Junio, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

Después de una tarde perfecta con papá y Molly, mis mejillas palpitaban de tanto sonreír. De hecho, me dolía toda la cara. La felicidad que me trae estar con mi familia me llena el alma. Hablamos de la boda y de todo lo que vendría por delante. También comentamos sobre la luna de miel de la parejita, pero papá dijo que era un tema vetado porque sería una sorpresa para Molly. Ningún puchero por parte de Molly ablandó el corazón de papá. Fue divertido ver su discusión.

Frank insistió en llevarme luego de verme salir de la casa, después de una larga despedida por parte de Molly y de papá. El trayecto fue rápido y ameno, mientras yo bombardeaba de preguntas a Frank sobre una novia que tenía. Dijo que dejara el tema —más buen me gruñó—, ya que la llevaría a la boda de papá y que ahí podría conocerla. Eso me dejó tranquilo, y también feliz y emocionada porque, al fin, Frank tenía una persona con quién compartir sus ratos libres.

Cuando llegué a casa de Arturo... Bueno, a casa, eran pasadas las seis y todo estaba oscuro. Abrí la puerta con las llaves que Arturo me había dado hace unos días. Fue extraño al principio, pero poco a poco iría acostumbrándome a todo esto. La casa estaba totalmente silenciosa y raramente fría. Hice una mueca, pero me quité el abrigo y los zapatos antes de ir en busca de alguna señal de vida.

—¿Arturo? —llamé, pero nadie respondió—. ¿Rose? ¿Rose, estás aquí? —entré a la cocina, pero no encontré a nadie. Me encogí de hombros y fui prácticamente dando saltitos por toda la sala—. ¿Amor?

Nada, hasta que crucé el pasillo y entré a la sala de estar. Me detuve en seco cuando encendí la luz. Hay una enorme caja blanca en medio de la sala, en suelo, y un gran moño azul sobresale de la parte superior. Recuerdo nuestra conversación de esta tarde y sonrío.

«... Te tengo una sorpresa».

Iba a acercarme a la caja con algarabía hasta que la tapa se movió un poco y me paralicé. ¿De qué clase de sorpresa hablaba? ¿Sería una broma? La caja volvió a moverse y mi corazón retumbó. ¿Saldrá algo volando de esa caja si quito la tapa? Mierda. Que miedo. Fruncí el ceño y di dos pasos vacilantes hacia la caja, pero esta se volvió a sacudir. Después de un minuto completo de meditación, mandé todo al demonio y fui directamente a la caja. Cuando estuve lo suficientemente cerca, lo escuché. Fue un breve y casi imperceptible Grrr y entonces tuve que precipitarme hasta la caja. Levanté la tapa y mi corazón se detuvo.

ClaroscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora