«Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción».
Joaquín Sabina.
Abril, 2020
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
Edward conduce por los suburbios privados de Beverly Hills, buscando la vía rápida hacia la casa. Desde que subimos al auto, hemos estado en completo silencio. Adelinne está sumergida en sus pensamientos y yo no sé qué hacer para sentirme menos atraído hacia ella. Al principio, creí que estaba dormida, pero solo tenía sus ojos cerrados.
Una de sus manos está en su regazo, agarrando firmemente el pequeño bolso negro. Mientras que tiene un codo apoyado contra la ventanilla y la otra mano sobre sus ojos.
—¿Cómo te sientes? —cuestiono, queriendo oír su voz.
—Estoy bien, solo estoy mareada —suspira, bajando la mano y mirándome a través de la penumbra del auto—. No estoy acostumbrada a beber demasiado, creo que dos Bloody Mary⁷, tres shots de tequila y una cerveza no ayudan mucho con mi falta de vida social.
Fruncí el ceño.
—¿Bebiste todo eso en dos horas? —cuestiono incrédulo, mirando el Rolex en mi muñeca.
Faltan diez minutos para la una de la madrugada.
—Tres y media —carraspea—. Estoy bien, en serio.
No respondo a eso, solo la miro. Sus ojos azul claro me observan con un brillo incandescente, no sé que estará pensando y daría lo que fuera por saberlo. Esta mujer es un enigma ante mis ojos, y aún así, puedo leerla fácilmente. Sin embrago, justo ahora, después del largo y cansado día que hemos tenido los dos, no sé qué carajos pasa por su mente.
El auto empezó a inclinarse cuando Edward tomó la curva hacia la casa, a cien metros estaba el portón de madera. Edward se detuvo un instante para colocar la huella en el control de seguridad. El portón se corrió hacia la izquierda y dejó a la vista el amplio camino hacia la casa. A medida que el auto avanzaba por el camino de grava sabiendo hacia la casa, los ojos de Adelinne se ampliaban cada vez más.
No me sorprendía, usualmente no me gustaban las casas demasiado grandes, pero esta fue una buena inversión. Más con la tranquilidad que se respira y el poco contacto que se tiene con los vecinos. Cuando supe que el vecino más cercano estaba a muchísimos metros más abajo, acepté la oferta y la compré de inmediato. Y, bueno, una propiedad así en tan solo setenta mil dólares era una ganga total.
La casa es una propiedad contemporánea de 15,000 pies cuadrados, y las paredes de vidrio del techo al suelo daban la oportunidad de tener una vista completa del océano. Creo que era lo que hacía que cada centavo invertido valiera toda la pena. Eso, y ahora los ojos brillantes y asombrados de Adelinne.
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Claroscuro
Romance«El arte no es algo que se pueda tomar y dejar. Es necesario para vivir». Oscar Wilde. Adelinne Lewis tiene la vida resuelta, o eso creía. Con el corazón roto y dos maletas llenas de ilusiones y esperanzas muertas, vuelve al lugar que fue su hogar d...