«Siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence».
Pedro Calderón de la Barca.
Mayo, 2020.
📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.
Puede que las cosas a veces se pongan de cabeza. Un día todo está bien, y al otro, ya no. Eso pensé hace meses, cuando mi mejor amiga se cogió a mi novio, cuando el que pensé era el amor de mi vida traicionó mi confianza y decidió echar por la ventana todo lo que construimos durante casi cuatro años, sin importarle nada. No pensé volver a sentir aquel dolor agudo en el pecho, hasta hoy.
Cuando pensé que el día de mala suerte es el viernes trece, para mí, los miércoles trece se volvieron el infierno. Todo a mi alrededor pasó como un borrón. Quizá por eso no recuerdo a qué hora me desperté esta mañana, si desayuné, si hablé con Molly o con papá antes de salir de casa. Tampoco recuerdo muy bien si antes había sentido el dolor que mi corazón experimenta ahora mismo.
Camino despacio, con una sonrisa en la cara, saludando a todos los que pasan a mi alrededor. KI está repleto hoy, o eso siento, viendo a todos trabajar a contra reloj, moviéndose de un lado al otro. Voy dando saltitos hasta el ascensor, contenta y extasiada por la felicidad, espero a que el elevador llegue al destino previsto. No puedo contener la algarabía y Anthony lo nota apenas me ve. Me devuelve la sonrisa y se levanta para recibirme.
—Hola, ¿qué tal todo? —le doy un beso rápido en la mejilla y me alejo para mirarlo bien.
—Excelente —asiente.
—Que bien. ¿Cómo está Sasha? ¿Y el pequeño Eric?
—Eric está estupendo —dice con una sonrisa de papá orgulloso—. Es el bebé más hermoso y tranquilo que pudo habernos tocado. Y Sasha está bien, contenta con el cuadro que le llevaste. No deja de presumirlo en redes sociales.
Me río y sacudo la cabeza.
—Lo sé, lo he notado. Las notificaciones no dejan de llegar.
—Es un locura total —hace una mueca—. ¿A qué debemos tu visita?
—Oh, tengo noticias. Muy buenas noticias, de hecho —doy un saltito—. Quería contarle a Arturo y contagiarlo con mi felicidad, pero no sabía si estaba ocupado.
—Nah, no lo está —pone los ojos en blanco—. Está en una reunión innecesaria y aburrida. Entra y sálvalo, anda. Tienes mi permiso de interrumpirlo cuando quieras.
Solté una risita.
—Vale, lo haré —le apreté el brazo—. Gracias.
—A ti.
Lo veo rodear su escritorio repleto de papeles y sentarse en su silla. Yo, por otro lado, estoy que no quepo de la alegría, por lo que giró sobre mis talones y voy dando saltos hacia la oficina de Arturo. Quizá el dolor de estómago fue más un presentimiento que solo una racha loca de celos, solo que lo presentí mucho antes de lo previsto. Cuando puse la mano sobre el pomo de la puerta, un pinchazo desagradable me ahuecó el pecho, pero lo ignoré, pensando que eran simples imaginaciones mías. Qué estúpida de mí. Para cuando abrí la puerta, todo a mi alrededor se desmoronó, ladrillo por ladrillo. Pedazo a pedazo, mi corazón volvió a ser solo una pieza defectuosa.
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Claroscuro
Romance«El arte no es algo que se pueda tomar y dejar. Es necesario para vivir». Oscar Wilde. Adelinne Lewis tiene la vida resuelta, o eso creía. Con el corazón roto y dos maletas llenas de ilusiones y esperanzas muertas, vuelve al lugar que fue su hogar d...