33. Esperaría toda la vida si se trata de ti.

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«Si no tardas mucho, te esperaré aquí toda mi vida»

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«Si no tardas mucho, te esperaré aquí toda mi vida».

Oscar Wilde.

Mayo, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

Paso mi pulgar por la pantalla de mi teléfono, viendo el mensaje de Addy fijamente desde hace veinte minutos.

Addy: Necesito tiempo. Por favor, solo dame tiempo.

Tiempo. No quiero tiempo sin ella. No quiero estar sin ella. La quiero conmigo. La quiero a mi lado. Tiempo. Ella quiere tiempo. Después de todo este puto desastre, se lo debo. De pie frente a la acera, apreté el teléfono entre mis dedos, apretando tanto la mandíbula que mis molares rechinaron con fuerza. Solté un profundo suspiro y entré de nuevo al edificio. Incluso bajar por las escaleras de incendios no ayudó mucho, porque no pude alcanzarla.

Con el cuerpo entumecido y el corazón magullado entré al ascensor y esperé hasta que llegase a mi piso. Lo primero que vi cuando las puertas se abrieron fue a Anthony, que tenía el ceño fruncido y una clara expresión de confusión en el rostro. Lo ignoré, no tenía tiempo para esto. Pero cuando abro la puerta de mi oficina, mi cuerpo se pone rígido de la ira.

—¿Por qué carajos sigues aquí? —espeté hacia la mujer de pie frente a mí ventanal—. ¿No crees que ya ha sido suficiente por hoy o todavía tienes energía para seguir arruinando el día de las personas?

La vi poner los ojos en blando y reírse.

—Oh, por favor, Arturo —resopló, alejándose de la ventana para venir hasta a mí. Cuando estuvo a cuarenta centímetros de distancia, se detuvo y sonrió—. Fue solo una bromita. Ni siquiera sé porque esa niñita se puso así. Ni siquiera es una relación seria...

—Voy a detenerte justo ahí —interrumpí con los dientes apretados—. Es mejor que cierres la boca, Jossie, porque lo único que sale de ella es veneno. Si no tienes nada bueno que decir, será mejor que te quedes jodidamente callada.

Refunfuñó, poniéndose roja.

—¿Cuál es tu maldito problema? —resolló—. Hace años no querías una maldita relación con nadie. Solo salías y follabas por diversión. Y ahora, aparece esta escuálida y mágicamente quieres todo con ella. ¿Qué carajos, Arturo?

—¿No te has puesto a pensar que eras tú con quién no quería una maldita relación? —rugí en su cara, harto de ella—. Hace cuatro años pensaba que eras una maldita versión barata de Kim Kardashian, pero hoy solo lo volví a confirmar —su rostro se puso aún más rojo si podía, apretando los dientes con fuerza—. No quería una maldita relación con nadie y mucho menos contigo porque no eres más que una mujer falsa, interesada y codiciosa. No quiero tener nada que ver con personas artificiales y con moral dudosa. Así que, te lo digo ahora y quiero que me escuches con mucho atención —acorto la distancia entre nosotros y espeto cerca de ella—: aléjate de mí y de Adelinne. De mi empresa y de todo lo que tenga que ver conmigo. No quiero ver tu jodida cara nunca más, Jossie Harley, jamás en mi vida. Y, si piensas en acercarte de nuevo, no dudes en que te haré la vida de cuadritos. No me pongas a prueba.

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