28. Nunca cambies.

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«Lo esencial es invisible a los ojos»

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«Lo esencial es invisible a los ojos».

Antoine de Saint-Exupéry.

Abril, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

Eric Collins nació el jueves 23 de abril, o sea, ayer. Hoy tenía un día de nacido y era el bebé más hermoso que había visto hasta la fecha. Era diminuto, pero precioso. Su parecido con su padre era inconfundible. Su cabellera rubia blanquecina lo delataba como hijo legítimo de Anthony Collins. Pero sus ojos. Oh, sus feroces ojos marrones, eran los ojos de su madre.

—Es divino, Sasha —dije mientras le acaricio la mejilla con el dorso de mi índice al bebé.

—Lo es —aseguró la mamá orgullosa.

Estaba sentada en la cama del hospital, con el cabello rojo recogido en una trenza y tenía una bata de maternidad de color rosa pastel. Supongo que su hermana, Sannie, le había traído ropa ayer por la noche. No había conocido a la mujer hasta ahora, pero parecía más severa de lo que aparentaba. Tenía un constante ceño fruncido y parecía detestar a Anthony, pero nadie le prestó atención. Todos estábamos contentos por el nacimiento de Eric. Sin embargo, no pasé por alto la mirada acusadora que nos lanzaba a todos la hermana de Sasha. No sabía por qué, pero decidí pasarlo por alto.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto—. ¿El bebé y tú están completamente bien?

—Me siento bien, gracias —me sonríe—. Y sí, el bebé y yo estamos bien. Si todo sale como el médico lo quiere, nos iremos a casa mañana temprano.

—Que bueno, me alegro muchísimo —le sonrío, pero ella solo tiene ojos para su pequeño y no la culpo, es un bebé hermoso.

—¿Quieres sostenerlo? —cuestiona de pronto.

Mis ojos se abren a tope.

—No, yo... Oh... —no sé que decir.

Ella se ríe y sacude la cabeza.

—Anda, ven, cárgalo —me hace un gesto con la cabeza y me acerco a la cama, despacio me hace un hueco junto a ella y me siento a su lado. Después me pone al bebé en los brazos—. Ya está.

Se me acelera el corazón al sostener a un personita tan pequeña. Es una sensación magistral. Es tener vida entre los brazos. Se me pinta una sonrisa en la cara. No puedo evitarlo.

—Esto es perfecto, Sasha —digo.

—Lo es, ¿verdad? —responde—. Cuando me sentaba a pensar en lo que iba a sentir cuando lo tuviera en mis brazos, no llegaba a imaginarlo hasta estos extremos —explica—. Es una plenitud y una dicha absoluta. Es como encontrar la felicidad completa al fin. Solo llevo veinticuatro horas con él y ya siento que no puedo vivir en un mundo donde él no esté.

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