46. El pasado siempre regresa.

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«El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir»

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«El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir».

Alejandro Dumas.

Agosto, 2020

📍Los Ángeles, CA, Estados Unidos.

Busco papeles tras papeles, algunos salen volando por encima de mi hombro y otros caen al suelo. No consigo el maldito contrato. Necesito fírmalo. Necesito concentrarme en el trabajo. No quiero pensar en nada más. No puedo. No ahora. Es martes y ya me estoy volviendo loco.

Cierro los ojos un segundo y suelto un suspiro cansado.

Presiono el número uno en el teléfono central.

—Anthony, ¿sabes dónde estás los papeles del contrato de la destilería?

—Mmh, lo tienes en tu archivero —dice, también distraído.

—No está —resollé.

—King, lo guardaste tú mismo ahí ayer, yo estaba ahí contigo, te vi —espeta—. ¿Se te olvidó?

Ya lo recordé.

—No.

Corto la comunicación y me levanto a buscarlo. La maldita cosa no abre. Le doy un golpe seco con la palma de la mano a la parte superior, y la primera gaveta del archivero se abre sin mucho esfuerzo. Maldita sea. Busco el contrato y sí, ahí está. Resoplando, vuelvo con los papeles al escritorio y me siento otra vez.

—¿Todo en orden? —levanto la cabeza para ver a Anthony en la puerta.

Tiene los ojos preocupados y sé que mi ansiedad lo pone frenético.

Tomo una lenta respiración sintiéndome culpable.

—Sí, estoy bien —asiento, busco la hoja que debo firmar y trazo mi firma en la línea correspondiente—. ¿Qué más tenemos para hoy?

—Una reunión con Kathryn Sterling para la propuesta del jardín botánico a las tres y treinta, y una videoconferencia con Matthew y Astrid para poner en marcha los preparativos para el traslado a las cuatro quince —dijo, revisando parcialmente su iPad—. Eso es todo.

—Bien, pongámonos en ello —apilo los papeles y busco en el portátil un archivo que necesito impreso—. ¿Puedes decirle a alguien que imprima este documento? Los necesitamos para la reunión con Sterling. También necesito que pongas la diapositiva en el televisor para que todos podamos verlos.

—Todo está listo, Arturo. Hice todo lo que me pediste hace horas, como... desde que llegué esta mañana a la siete —me recuerda—. ¿Necesitas algo más?

—Haz que alguien cambie ese maldito archivero, se atasca cada vez.

—Es el archivero del tío King, Arturo —levanto la mirada cuando menciona a mi padre—. ¿En serio quieres cambiarlo? Dijiste que era tu recuerdo de él.

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