𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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24 DE DICIEMBRE DE 1983, ALGÚN LUGAR AL NORTE DE ITALIA.

Es una mañana sorprendentemente soleada.

Son alrededor de las ocho y media. Adeline lleva media hora despierta y paseándose nerviosamente por su habitación, porque no sabe como salir de allí. Es verdad que su cuarto tiene una propia salida directa al pasillo, pero la puerta es tan antigua que está trabada y oxidada y ella no puede escapar.

Y no quiere entrar en la habitación de Riddle.

No sabe si ya está despierto, o si sigue durmiendo, si está desnudo sobre su cama o si ya a encontrado una compañera para compartir la noche.

También es su culpa, no se atreve a atravesar el baño y asomarse por la puerta.

Y para colmo: a empacado mal.

Se a traído toda la ropa de verano y casi nada abrigado, nada para invierno, solo vestidos, pantalones cortos, pantalones largos pero delgados y ninguna chaqueta lo suficientemente gruesa como para abrasarla contra el frío. Y es lo suficientemente orgullosa como para rehusarse a usar los estampados de rombos y cuadrados de las ropas de Horace.

Llevaba puesto su vestido de pijama y una ondulante bata cuando salió al balcón poco tiempo antes de que el reloj marcase las ocho con cuarenta minutos.

El aire Italiano le besaba las mejillas, le revolvía los rizos que estaban envueltos del aroma fresco de las sábanas y le daba una sensación de tranquilidad en pleno infierno. El sol es una luz dorada preciosa y suave, no es agonizante como en verano, es apenas una proyección que le ilumina el sonrojado rostro mientras suelta un suspiro caliente contra el gélido ambiente.

La joven mira hacia abajo y ve una figura en un jersey negro pasar por debajo del balcón. No puede ver que es. O quién es.

"Adeline Adeline" le murmuraba el viento como una melodía mientras sigue mirando en dirección donde alguien pasó corriendo "tú también estás siendo cobarde"

Y entonces, de repente, hay una señal.

Las escaleras chillando, un portazo, otro portazo, la llave de la ducha y el sonido chispeante de la ducha.

¿Era él? ¿Había salido? ¿Acaso Adeline había podido salir de su habitación hace mil años pero no lo hizo por cobarde y desconfiada?

Se apoya en el nevado borde y jadea, negando con la cabeza y sintiendo el dolor del frío atravesarle la piel. Y como si el tiempo se le hubiese escapado de las manos, mientras ella siente que ha estado un segundo en aquel borde con los ojos cerrados, se da cuenta de que tiene los codos húmedos por la nieve y la ducha ya ha terminado hace vario minutos.

Así que, repentinamente, el ventanal del otro lado se abre y deja ver al joven Tom Riddle vestido formalmente, camisa blanca almidonada, suéter y unos pantalones de tela notoriamente costosos.

Adeline suelta un suave grito y retrocede cuando lo ve.

Sus ojos azules son los más hipnotizantes de todo el mundo.

Él parece igual de desconcertado que ella —Nos...están llamando para el desayuno.

Cuatro pares de pulmones absorbiendo el frío del invierno. Un par de cerebros que habían pasado toda la noche pensando en el otro.

Riddle era tan misterioso. Se sentía atraída y tentada a descubrir cada uno de sus secretos.

El pecho de ella sube y baja rápidamente—Iré en un segundo.

—¿No tienes frío?

—No tengo más ropa.

—¿Qué?

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora