𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚

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ENERO DE 1988, EN ALGÚN LUGAR AL NORTE DE ITALIA.

La despertó el canto de los pájaros en el jardín y una brisa rebelde que le revolvió el pelo y le erizó la piel de la espalda.

Sus ojos se abrieron lentamente, sus pestañas se batieron y se apoyó sobre sus codos con la melena de rizos aún oliendo a la cena de la noche anterior.

Hoy era la primera sesión de alquimioterapia.

Pensarlo le erizó la piel.

Había algo en su boca.

Una palabra. Demasiado lejana. No podía alcanzarla.

Era una mañana anormalmente silenciosa. Tom no estaba por ninguna parte y no se oía el ruido de ningún ser humano más a su alrededor. Así que manteniendo el silencio de la ausencia humana, caminó lentamente hacia el baño, se metió a la ducha y dejó que el agua le acariciara los rincones de la piel que después de ese día tendrían marcas para siempre.

Pero iba a salvarse, se dijo una y otra vez mientras la espuma se acumulaba entre sus pies y sus rizos se impregnaban del aroma a manzanilla.

Terminaría de estudiar, volvería a su trabajo habitual y quizás sería modelo, o poeta, o fundaría organizaciones para las personas mágicas, estaría al lado de Tom cuando volviese a postularse como primer ministro y su vida sería tranquila y perfecta. Adoptaría dos perros y dos gatos y jamás volvería a enfermarse.

Iba a rezar por ello. Hundiría las manos en la tierra y repetiría los deseos que tenía para el futuro una y otra vez como si fuesen un mantra.

Sus pies se habían perdido bajo la espuma, la punta de sus dedos se estaba arrugando y Adeline supo que debía obligarse a salir del agua abrazadora.

Se envolvió en una toalla blanca como la pintura que se había aplicado en las uñas de los pies y enrolló una en sus rizos. Caminó descalza sintiendo el frío del suelo y se miró en el espejo por varios minutos antes de darse cuenta de que habían frascos nuevos en uno de los gabinetes.

Un cóctel de pastillas. Diana se los había organizado cuidadosamente.

Tomó uno de los frascos y lo observó de cerca. Hipnotizada por el significado tan profundo de un simple contenedor con medicamentos de distinto color, con vapor a su alrededor, plantas en una esquina, luz dorada por la ventana, lociones encima del lavabo y una alfombra colorida bajo los pies. Era una espacio demasiado caótico y hermoso para una situación tan amarga y difícil.

No sabía como vestirse, o si debía hacerlo. Quizás la harían desnudarse. Y no sabía si debía tomar el cóctel de pastillas en ese instante o luego del desayuno, o de la terapia.

Finalmente optó por camisetas delgadas de algodón y pantalones suaves de seda. Era una mañana fresca y dorada y quería impregnarse de todo antes de llenarse el sistema de alquimia.

La finca era hermosa. Caóticamente natural. Se paró frente a la ventana y miró las hojas verdes y amarillentas de los árboles. Era como si el invierno no fuese lo suficientemente fuerte como para acabar con el verano eterno de aquel lugar.

Y mientras se trenza el cabello y su anillo reluce contra el sol, hay un borrón blanco, un tirón detrás de su ombligo y recuerda lo que soñó la noche anterior y entonces, Adeline Riddle se cuestiona minuciosamente si en realidad Tom Riddle estaría tan abiertamente dispuesto como en sus sueños a que su grupo de amigos la tomaran y la usaran como una ofrenda sexual en pleno Bacanal mientras él cortaba el pecho de un hombre rubio y miraba atentamente el corazón entre sus manos.

Había sido el sueño más extraño de su vida entera, se había visto durante un corto periodo de tiempo a si misma como a un conejo blanco y luego de la nada estaba frente a un fuego furioso con todos los de la Élite Slytherin vestidos con sabanas blancas y heridas sangrientas en las manos, a la vez Tom la besaba, los demás la acariciaban como escultores a una escultura terminada y se alejaba con una daga entre las manos hacia un hombre muerto en el suelo.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora