𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐝𝐨𝐬

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18 DE JUNIO DE 1988, EN ALGÚN LUGAR AL NORTE DE ITALIA.

Aquí es donde los borradores de esta historia se vuelven rayones entre párrafos y círculos de tinta corrida por las lágrimas. Aquí es donde las raíces que se han enroscado como delicados espirales se entierran como afiladas dagas de Plata en algún lugar entre la piel y la tierra, la carne y la magia, la oscuridad y la luz.

Los testimonios para crear esta parte de la historia se convirtieron en dolorosos besos sobre sábanas egipcias, ambos nos esforzamos lo suficiente para tratar de recordar todo. Pero falta demasiado tiempo.

Ahora es una caída libre.

Ha pasado todo muy rápido.

Durante las primeras horas de la mañana del 18 de Junio, Adeline, como es de costumbre, se ha sentado en el borde de la camilla (sin mareos) y ha extendido el brazo hacia Diana para que esta le atravesase una vena con una aguja de Plata y pudiese analizar su sangre.

Ni siquiera dolió.

Mientras Diana extrae la sangre, Adeline gira su delgado cuello hacia la ventana y ve a unos cuervos jugar con el cadaver de lo que parecía un canario, uno muy amarillo con plumas preciosas como de oro y ojos de esmeralda. Lo lanzaban en el aire hasta que se perdieron entre los avellanos y Adeline les perdió el rastro.

—¿Qué tal todo? ¿Como estaba Francia?

Adeline sonríe, brillante, viva, la mira con los ojos brillando—Increíble.

Las cosas estaban mejorando muy lentamente. De un momento a otro. Desde la última visita de Ginny, Adeline ha dejado de morir. Su maldición se ha puesto en pausa. Su muerte progresiva  se ha retirado con las sombras y ahora solo está "dejando de estar terrible".

Diana lo analizó desde cerca, podía ser un simple momento de pausa en una guerra. Los Guerreros estaban buscando formas más agresivas para atacar y Diana necesitaba estar lista.

Pero Adeline estaba radiante.

Fue como si Adeline se hubiese detenido en el tiempo. Una maldición tan inesperada y compleja como aquella jamás se detenía. Jamás paraba. Pero esto era una excepción increíble, era extraordinaria.

Incluso ganó el peso que había perdido, y los tonos rojizos de su cabello e incluso el brillo de sus ojos. Su corazón latía con fuerza y su volumen sanguíneo era excelente, su consumo de oxígeno también lo era y la vivacidad de su cuerpo era incluso más perfecta que antes de enfermar.

Ella era joven.

Casi pudo olvidarlo por un tiempo.

Era joven y ágil. Ella jugaba Quidditch. Era deportista. Era una niña.

Y estaba...mejor.

Quizás fue por la forma en que Tom le hizo el amor una y otra vez durante varias semanas, tomándola como si fuese de cristal y murmurándole que la amaba en todos los idiomas que se le ocurrían. Acariciando su piel, trazando runas de anhelo, conocimiento y fuerza.

Una caricia en nombre del amor y otra en nombre de ellos.

Estaba atento a cada movimiento. Obsesionado con lo que no sabía. Había estado observando desde las sombras pacientemente ha que el asunto floreciera lo suficiente como para que fuese visible en los diagnósticos. Por semanas tuvo que recurrir a la fé de que había funcionado.

La llevó a Francia para visitar a sus padres al ver su nuevo animo y aquello pareció ayudarle. Caminaron por calles de ladrillos, vieron galerías de arte y ella memorizó cuidadosamente la imagen de su esposo observando con una sonrisa a un retrato de Hades.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora