𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

384 52 18
                                    

19-20 DE JUNIO DE 1988, EN ALGÚN LUGAR AL NORTE DE ITALIA.

ANTES.

Él ni siquiera reacciona.

Adeline tampoco lo hace.

Nunca lo hizo.

Y Diana siente un sabor amargo en la garganta.

Entonces todos en aquella habitación están aturdidos con la noticia. Diana no procesa lo que acaba de decir. Y Adeline no procesa lo que acaba de escuchar. Y Tom es un buen actor.

Tenía ojos en todos lados. En la espalda, en la nuca, en el pasado, en el futuro, entre los dioses y entre la tierra.

—¿Como...?

Él acababa de llegar luego de que Adeline gritase su nombre por toda la finca con una sonrisa y los ojos brillantes.

—Es un 20% menos de toxicidad en su cuerpo, ¿Puedes ver las partes dañadas como están envueltas en magia dorada?—Diana arrastró las palabras, tratando de mantener la calma—Esta funcionado. Si sigues así, quizás en nueve meses termines de estar sana.

Adeline le dedicó una sonrisa complice.

Estaba aturdido.

Era...mágico.

Había funcionado.

Diana salió de la habitación y los abandonó por un momento, solos en medio del hospital, dejándolos con todos los implementos que todo este tiempo han ayudado a Adeline como una especie espectadores para la escena.

Así como las Estrellas los han visto a lo largo del tiempo.

O como el viento les ha gritado en la cara.

Entonces hay un cambio en el aire. Sus ojos cambian del azul de la noche al azul del mar y la abraza con fuerza. Rodeándola con sus brazos fuertes. Un abrazo real. Potente. Adeline sintió que pudo absorberle el alma completa con ese abrazo. Tiembla bajo su propia fuerza y esconde su rostro en el hueco de su clavícula y llora.

Tom Riddle no está dispuesto a soltarla.

Adeline se paraliza.

Es él quien está llorando.

Sus lágrimas le manchan la ropa. Le humedecen la piel y sus manos se arrastran por su cuerpo mientras él cae hacia el suelo y termina por abrazar sus rodillas.

—¿Lo ves? Te lo juré mil veces. Voy a vivir.

—Te salvarás.

Adeline se arrodilla junto a él—Tú me salvaste.

Él sonríe. Satisfecho. Repleto de un placer inmenso.

—Si—solloza—yo te salvé. Nunca lo olvides. Lo haría mil veces si fuese necesario.

Comienza a reírse sobre sus labios antes de besarla y atraerla hacia él.

Ella iba a vivir.

Estuvieron varios minutos en el suelo. Pegados al otro.

Ella iba a seguir viva. Con el corazón latiéndole con fuerza. Se fuerte, Adeline, eso es lo que quiero decirte, rogarte, obligarte. Eso es lo que siempre he querido que seas. Eso es lo único que deseo de ti. Se fuerte. Se obediente. Los cuervos nunca mienten. Los gritos del viento sí que lo hacen. Mírame a los ojos y sigue lo que he escrito solo para ti.

Adeline se guardó un detalle mientras lo aprieta más contra su cuerpo, como si pudiese acunarle con sus brazos como una madre lo hacía con su hijo, como si fuese una fruta lo suficientemente pequeña como para caber en su mano—Deberíamos cenar al...amanecer. Más bien, desayunar. Una celebración. Un picnic ¿Qué opinas?

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora