𝐓𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

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Fue hermoso.

Era increíble, arte, una obra de teatro dramático, todo fue en cámara lenta, con luces desdibujadas quemando lo bordes de los fotogramas, ráfagas, el mundo cambiando de día a noche mientras Riddle entra y ve como Anthony la besa con pasión y hambre.

Anthony ha estado hambriento mucho tiempo.

Riddle entró y cerró la puerta de una patada.

Y el maletín cayó al suelo.

La forma en que lo golpeó y él resultado fue más fatal de lo que la fuerza en el golpe en realidad fue, fue arte. Eso era arte. Estaban bajo una maldición imperdonable y nadie en todo el ministerio se dio cuenta en aquel entonces.

Luego, hay una constelación de gotas de sangre bajo sus pies, un ruido y un jadeo antes de que los guardias desterraran al escritor del momento fuera del Ministerio Mágico. Sus ojos verdes cambian su intensidad y son normales ahora. Sin aquel orbe verde intenso y ajeno. Y mientras es desterrado de la oficina de Adeline Riddle, él la mira con una enorme y terrible confusión en el rostro.

Entonces, un golpe indica que la puerta está cerrada y la cruel frialdad de Tom Riddle le muerde el cuerpo mientras él le da la espalda.

La luz se aprieta contra los bordes de la silueta de su cuerpo agotado y devastado, atraviesa las ventanas e ilumina el espacio donde Anthony se lamentó y lloriqueó de dolor mientras los hombros de Tom se descuadran y deja caer la cabeza.

—Deberías irte de casa.

La situación era como aquellas escenas de las películas en donde enfocan a una hormiga subiendo un grano de trigo a un árbol y luego, de la nada, hay un ruido y muestran a una explosión nuclear. De la tranquilidad a algo fatal en segundos.

Adeline da un paso hacia el frente.

—¿Qué?—solloza, con el sabor dulce como la miel de Anthony aún sobre sus labios temblorosos—Dios mío, no creerás que yo-

—Adeline—dijo, amargo, furioso—vete de casa.

Fue una orden.

¿Y como le explicaría a sus padres, al mundo y a sus amigos? Esto no era posible. No podía serlo. Su mundo se estaba derrumbado bajo sus talones y ella no podía moverse ni ocultarse.

Sus ojos se apagan—Debes oírme.

Los de él se oscurecen —No. No debo—dijo con frialdad.

Ella se desespera—Si, debes. Por Dios, solo déjame explicarte—sacó su varita de su funda y la presionó cerca de su lóbulo temporal, dispuesta a mostrarle sus recuerdos en un pensadero—Tom-

Él se molesta—Creí en ti.

Adeline guarda silencio. Aturdida. Como si fuese la última flor en la tierra apocalíptica dándose cuenta que está apunto de extinguirse.

Se gira para mirarla, se ha manchado la camisa de escarlata, tiene los nudillos rojos y sus ojos son la crueldad misma. Si la furia de Hades pudiese tomar forma humana, se convertiría en Tom Riddle. Ensangrentado y hermoso. Cruel. Decididamente cruel.

—Tom, por favor.

stultus.

—Te amo.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora