𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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1988.

"Ahora pregunto yo por el origen de los filólogos y afirmo:
Un hombre joven no puede saber quiénes fueron los griegos ni los romanos. No sabe si está capacitado para estudiarlos."

El funeral fue internacionalmente dirigido.

Casi veinte segundos después de la activación de las alarmas de seguridad mágica, un grupo de aurores se acercaron a toda velocidad hacia el borde de la playa en un bote de pescador. Cualquiera hubiese pensado que eran pescadores reales si no fuera por los trajes de abrigos largos y el punto de luz en la punta de la varita.

Adeline estaba en un profundo estado de shock para cuando se acercaron a ella. Su mirada estaba pegada y perdida en algún punto entre la arena y el césped. Ya se le había esfumado toda la sangre de Tom del cuerpo y no había ningún rastro evidente de lo que había sucedido. La arrastraron unos metros, luego la tomaron entre varios y la llevaron como si estuviese muerta ella también a la mansión.

El funeral se llevó acabo en el ministerio de magia. El ataúd. Las flores. Las interminables miradas de lástima que se clavaban en Adeline fueron demasiado. La forma en que sus padres la observaban obsesivamente con cada paso que daba fue demasiado. Todo era real. Muy real. Y aquello era demasiado.

Adeline iba bien vestida. Recién duchada y con el pelo liso, con un traje tan costoso como un alma de color negro, elegante, muy fino (Narcissa Malfoy se moría por preguntarle donde lo había conseguido) y no hablaba con nadie.

Malfoy y todos los demás eran los únicos que iban a ser portadores del féretro, puesto que Tom no tenía más familia y Eros había muerto con él, no habían más alternativas. Y Tom hubiese quemado el mundo entero si los ministros lo llevaban a él.

Mafalda lloraba en la cocina con un cigarrillo sin filtro entre los dedos que ardía peligrosamente cerca de su piel, la madre de Adeline preparaba café mientras los jardineros junto a un par de Squibs y elfos (que se habían colado ya que seguían a todas partes a sus amos) enterraban palas de acero en el lodo para enterrar el cuerpo del inmenso caballo que había sido Eros.

Según el reloj de la cocina, eran un poco más de las nueve y media. El funeral sería recién a las once. Draco subió las escaleras buscando un abrigo y Theo fue a fumarse un puro al jardín. El resto de ellos seguían esparcidos a lo largo de las escaleras, inquietos, fingiendo un profundo malestar y ahogando sus signos de borrachera. Astoria Malfoy hablaba con el ceño fruncido con la nueva novia de Zabini mientras Diana se paseaba como un fantasma por la cocina.

Adeline estaba postrada en el sofá. Su madre la había sentado allí hace dos horas para que bebiese un poco de té y no se movió más que para dejar la taza en la mesa con el té inerte dentro de ella.

—Annella—dijo la Madre de Zabini desde algún lugar de la habitación—Nos iremos al ministerio a recibir las flores del parlamento y a arreglar los detalles antes de que empiece la ceremonia. Draco, querido, debes venir tú y todos los demás portadores con nosotras.

Malfoy que acababa de bajar desde algún lugar de la mansión levantó lentamente la mirada, se veía terrible—¿Por qué?

—Los portadores deben estar en el vestíbulo a las diez y cuarto, para recibir a los ministros del extranjero.

—¿Por qué?— dijo de nuevo, como un niño pequeño que no quiere entender y una calma védica.

La madre de Zabini volteó los ojos y se acomodó su tocado de flores fragantes y serpientes de cobre—No lo sé. Solo se que tienen que irse lo más pronto posible. El traslador los estará esperando—dicho eso, se retiró por el jardín trasero seguida de su manada de elfos.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora