𝐂𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐨𝐜𝐡𝐨

488 51 5
                                    

DICIEMBRE DE 1987, EN ALGÚN LUGAR DEL REINO UNIDO.

Adeline está en la parte más alta de su mansión, está en el techo, en la maravillosa azotea que le permite ver la mayor parte de su finca. Está envuelta en su vestido de dormir suave y costoso, hace mucho tiempo no lo usaba.

Había pasado el resto de la noche-madrugada de navidad en aquella cama que la había envuelto como a un niño, en su habitación de María Antonieta, con un hombre a su lado que la apretaba contra su cuerpo como un guerrero a su escudo.

Ahora era bastante temprano por la mañana, Tom se había ido a hacer algo en el ministerio y Adeline necesitaba respirar con una taza de chocolate caliente hirviendo entre los dedos, el aire gélido de las mañanas, el rostro entumecido y sus rizos flameando furiosamente.

Había sido una extraña forma de recibir la navidad aquel año.

Se acerca la taza a los labios y bebe un buen sorbo de chocolate que le quema la garganta y le recuerda que para ese entonces, sigue viva.

Su casa es hermosa. Ella la adora. Adora cada rincón del campo de rosas y el bosque de árboles verdosos, los pilares de mármol y los detalles de oro, los retratos en las paredes y los corredores que hacen de la casa un laberinto.

Ella ama todo eso.

Pero pronto lo dejará.

Sus elfos están haciendo las maletas en su habitación para irse a Italia.

Y mientras respira y respira, su vista se mueve y se posa en el establo.

En donde hay un montón de caballos atados, algo que parece un par de chaquetas en el suelo y más allá, por la entrada, hay automóviles estacionados.

Entonces recuerda que hay invitados en casa.

Cuando despertó y vio que Tom ya se había marchado, fue hasta la cocina en silencio, moviendo su varita para que el fuego ardiese y los ingredientes de mezclaran para su chocolate. Había sido tan silenciosa que pudo oírlos susurrar en alguna parte de la casa.

"—¿Te has vuelto loco?"

"—He estado pensando en mi intento. Tom ya lo ha intentado tantas veces y nosotros nada. Quizás él no puede pero nosotros si. ¿No has pensado en eso?"

"—Si te refieres a lo de la bañera, creo que esa fue la prueba más clara de que él puede, de que él es y siempre será el escogido."

"—Fue pura suerte. ¿Cuanto tiempo llevaba muerto cuando llegué de la visita a Adeline?"

"—No lo recuerdo."

"—Dejé a Blaise y Avery con el estorbo, entonces vine aquí. ¿Theo sabe cuanto tiempo estuvo muerto?"

"—Es suficiente. Ella está aquí. Estabas hablando demasiado fuerte y tengo una resaca asquerosa. Apenas pude huir de Astoria y ahora estás tú. Vete. Deja de pensar en estupideces. Es agotador."

Iban a decir algo más cuando Adeline dejó caer una taza por la impresión y el terror por lo que acababa de oír, y se dieron cuenta de que estaban en riesgo.

Eran tan extraños.

Pero eran sus amigos.

Debía confiar.

Adeline no procesó con la importancia suficiente lo que había oído, ya que luego, cuando ella bajase de la azotea y se los encontrara en los corredores, ellos mencionarían casualmente una obra de teatro y de cómo estaban imitándola, lo que respondería a su curiosidad por la conversación, y luego llegaría Tom a adormecerla con su presencia y ella creería que su vida a vuelto a ser como antes.

Pero la verdad es que jamás hubo una obra de teatro, y las cosas eran más oscuras de lo que Adeline podía imaginar.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora