𝐂𝐮𝐚𝐫𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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NAVIDAD DE 1987, EN ALGÚN LUGAR DEL REINO UNIDO.

Hace muchos meses atrás, cuando Tom volvió al hospital seguido de Diana, Adeline ya no estaba allí. Y cuando la llamó, el mundo se le oscureció bajo los pies, entonces se dio cuenta que estaba jodido.

"—Te rindes—dijo, con el teléfono entre los dedos."

"—Sí. Me rindo. Estoy cansada."

"—Te odio—respondió antes de cortar y dejar a una confundida chica en medio del hospital."

Diana; con el alma sangrándole al enterarse de la situación de su amiga y con el corazón ardiéndole en los oídos, pensaba desesperadamente en algo que hacer. Necesitaba buscarla, encontrarla y sanarla. Pero no tenía idea por donde comenzar, y Riddle estaba emanando una oscuridad brutal a su alrededor.

"—Deberías vigilarla en mi lugar. Yo ya no...no puedo—gruñó—mantenme informado."

"—¿Donde está?—preguntó, cruzando las manos en su pecho y con el pinchazo constante de las lágrimas en el rabillo del ojo."

Habían pasado mucho tiempo sin verse, probablemente desde la boda. O al menos, Adeline sin ver a Diana. Porque Diana ya la había visto varias veces desde cerca. No iba a dejarla de nuevo, pero tampoco estaba dispuesta a volver a su vida. Más adelante, Addie descubriría el motivo del alejamiento de la chica que le sostuvo el corazón mientras ella moría de nervios por su boda y su nuevo cargo. Pero faltaba tiempo para aquello.

Ahora habían pasado varios meses, y Diana la observaba desde lejos.

Tom no había vuelto a hablarle.

La vida de Adeline seguía exactamente igual que antes. No habían dolores y había sobrevivido considerablemente más de lo que los médicos le habían dicho. Estaba viva y a pesar de todo, parecía sana.

Les había rogado a sus padres que se fueran por navidad a Francia para que se distrajeran de todo el alboroto que la enfermedad y Tom habían creado. Les dijo que estaría bien, que estaría con amigos.

Por supuesto fue mentira.

Las calles de Londres por primera vez no se acurrucaban entre la nieve y los faroles de luz cálida para noche buena, en su lugar, había una lluvia torrencial que hizo que todos se quedaran en sus casas. Los niños no pudieron cantar villancicos y la mayoría de las decoraciones navideñas flotaban tristemente sobre charcos de agua profunda y lodo.

Las ventanas de su apartamento crujían junto a los truenos detrás de las nubes y el fuego de sus velas bailaba por las corrientes de viento que entraban desde algún lugar.

A pesar de todo, Adeline está apoyada descuidadamente en el sofá de su sala, comiendo un postre que Mafalda le envió desde Italia, envuelta en una bata de seda roja como las esferas que cuelgan de forma decorativa en todo su improvisado árbol de navidad y hay una mezcla de aromas en todo su hogar.

Las velas aromáticas se han vuelto su fascinación.

No sabe que es lo que pasará con su matrimonio, no sabe que es lo que pasará con ella, si sigue viva mañana es un misterio. La forma en que está viviendo cada día es un tanto libre y despreocupada.

Su única rutina es leer el periódico y verlo la mayor parte de los días en la portada.

En el periódico de hoy, salía alegremente en la finca que solía ser suya, con todos sus amigos detrás de él, acompañados cada uno con sus majestuosos caballos alados y copas de vino.

"Es una navidad para estar con amigos" había dicho "mientras mi esposa se recupera lentamente al otro lado del mundo."

La situación matrimonial para todo el resto del mundo era una excusa y luego otra, una mentira y luego una historia.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora