𝐂𝐢𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐮𝐧𝐨

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1988, EN ALGÚN LUGAR AL NORTE DE ITALIA.

Italia es un lugar de ensueño. Es irreal.

Antes, cuando Adeline era más joven, paseaba sola, en silencio por los campos inexplorados y por la orilla de los lagos al anochecer, ahora, Tom la sigue a todas partes como una sombra. La toma por la cintura y avanzan lentamente por el borde del agua fría y la arena oscura.

La abraza al dormir. Se queda algunas veces junto a ella en la al quimioterapia y escribe informes a su lado en la cama, con las piernas cruzadas y el ceño fruncido.

Por las mañanas, cuando las sesiones son antes del desayuno, se queda sola junto a Diana hasta que la hora de comer llega y beben café juntos, la ayuda a cortar la fruta que esta demasiado grande y se asegura de que no vomite absolutamente nada hasta el medio día.

Le besa el hueco ente ceja y ceja, apretando sus labios contra su piel pálida, la agarra de las manos y la lleva a nadar en las aguas tibias de la piscina de la finca. Masajeando sus extremidades como si hubiese mucha carne allí para amasar. Adeline cree que lo ha oído reír más de dos veces mientras la ve nadar, pero nunca está del todo segura. Quizás son los jardineros que ríen bajo las uvas, o tal vez, en realidad Tom Riddle está siendo feliz.

Todos sabemos la respuesta a ello.

Recolectan fresas para el almuerzo, Tom ha aprendido varias cosas que le ha enseñado Anchise (como pescar, hace unos días trajo un salmón y se veía bastante orgulloso de su trabajo) y habla italiano en las tardes junto a Mafalda y Ofelia, una florista del pueblo.

Tom Riddle es posesivo como un dragón, probablemente absorbió aquella costumbre de los Malfoy. La forma en que mira a Adeline cada segundo del día es impresionante. Bastante agresiva. Si no los conociera, incluso creería que la odia con todo su corazón. El azul de sus ojos es como el fuego furioso del inframundo, ese que le corre por las venas a Hades.

Quizás Tom Riddle fue moldeado con aquel calor.

Le murmura sobre la piel que la ama. Como un rezo, o como un poema. O quizás como una forma de hacer que ella siga luchando. Su muerte en este momento de la historia es un completo inconveniente y ahora lo único que necesita es su existencia. Se lo repite una y otra vez solamente cuando ella está durmiendo.

"Te amo" sobre sus manos antes de besarlas.

"Te amo" sobre su frente antes de apretar sus labios contra su cuerpo.

"Te amo" antes de que él por fin se vaya a dormir.

"Te amo" por la mañana, mientras ella aún duerme.

Y cuando Adeline despierta, él ya está en la habitación. Listo para comenzar la nueva rutina que ha florecido entre ambos.

Acomodar las almohadas, apartar los rizos de su rostro, acercarle el vasito lleno de pastillas dentro y el vaso de agua tan fría como la brisa. Luego, al finalizar, está la mirada obsesiva de nuevo, la primera del día, junto a un habitual "¿Estás bien?"

Y Adeline cierra los ojos y mareada y cansada responde: —Si, estoy bien, no te preocupes.

Entonces la besa y desaparece por un puñado de horas en su oficina.

Los resultados han sido lentos. Horriblemente lentos. Y Adeline muere un poco más cada día.

Tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás.

—¿Qué pasará contigo una vez yo muera?

Es una pregunta bastante oscura como para provenir desde una Estrella.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora