𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞

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DICIEMBRE DE 1983, TIERRAS ALTAS DE ESCOCÍA, HOGWARTS.

La semana siguiente fue surrealista y desdibujada. Estaban cayendo las últimas hojas amarillentas de los árboles, el suelo amenazaba con volverse blanco en cualquier momento, llovía mucho y oscurecía temprano. En las salas comunes los estudiantes comenzaban a reunirse frente a la chimenea, a caminar descalzos bajo la alfombra tibia y beber una mezcla de café y whisky caliente.

En la sala de prefectos, ocurre exactamente lo mismo. Cada par de cada casa se envuelven en mantas luego de terminar una ronda y permanecen frente al calor un momento, buscando tranquilidad antes de volver a sus salas comunes. Adeline se reúne con Hermione y Ron, y mientras que la de rizos más rebeldes que los suyos le trenza el cabello y ríen, hay una sombra desde la esquina de la habitación que la observa.

Riddle, con las manos en los bolsillos está alejado del calor, esperando a que su compañera termine de ser peinada para poder ir a hacer rondas juntos.

Él la espera.

Se queda hipnotizado viendo cómo esa cabellera llena de ondas y rizos sutiles cambia y se transforma en una corona, en dos lagos a los costados de su rostro, en un laberinto de rizos bien apretados que van y vienen por su nuca. Reconoce la habilidad de Granger. Su vista vaga desde el cabello de Adeline y el fuego ardiente de la chimenea y siente unas ganas terribles de vomitar.

Si antes era agresivo, ahora, extrañamente, solo es cruel.

Ahora parece totalmente devastado.

A sido así durante toda esta nueva semana.

Una vez ella toma sus botas y se envuelve una bufanda alrededor del cuello, salen juntos a los oscuros pasillos de Hogwarts e incluso le responde el saludo.

—Buenas noches, Riddle—lo saluda aún cuando ya se vieron en la sala de prefectos. Pero es una tradición de cada momento.

—Hola—un saludo cortante. Que trata de sonar casual pero sale de sus labios de una manera robótica. Demasiado ensayada.

Se pasean e incluso ya tienen un par de temas de conversación.

—No estaré el Viernes,—esa noche es jueves— pero te dejaré las notas para el informe.

Ella asiente en la oscuridad—No hay problema.

—Debo ir a Londres Muggle a ver a mi madre.

La declaración la toma desprevenida—¿Ella está bien?—la verdad es que Adeline no tenía idea de que la madre de Riddle estuviese viva.

—Enferma—confiesa, sin prestarle importancia—Cuando el invierno llega siempre es un poco peor.

Adeline sospechaba de que era una excusa para salir de Hogwarts.

—Comprendo. Ve. No te preocupes.

Su voz es suave, casi amable. A él lo golpea y Adeline piensa que lo molesta, por la forma en que aprieta su mandíbula y sus puños.

No hablarían nada más durante todo el recorrido.

Al llegar a la sala común, Riddle se iba hasta el grupo de jóvenes que esperaban su llegada con copas y cigarrillos en las manos, y Adeline iba directamente a su habitación, pasando de largo ante todas esas hogareñas invitaciones de unirse a esas fiestas clandestinas frente al calor de una buena chimenea.

Adeline pensaba que sencillamente era porque se estaba enfermando y estaba deprimida por la inminente montaña de secretos que Anthony ocultaba detrás de esos besos nerviosos y esas miradas llenas de melancolía.

Paris, Texas - Tom Riddle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora