Solo

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Sin duda, aquellos últimos cuatro días se habían convertido en una pesada carga para él, eclipsando cualquier atisbo de felicidad. Cada mañana, enfrentarse al trajín del trabajo, con los recuerdos del aroma embriagador y los gemidos de su omega resonando sin cesar en su mente. El constante dolor en su pecho no daba tregua, como si fuera un eco de la culpa.

La necesidad de Louis se volvía más acuciante con cada segundo que pasaba. La sensación de estar al borde de la locura lo consumía, envolviéndolo en una espiral de angustia y desesperación. Por ello, cuando Liam le notificó que el celo de Louis había llegado a su fin, todo lo demás perdió importancia. No vaciló en abandonar los papeles sobre su escritorio y salir disparado de la oficina.

Harry caminaba a paso veloz por el lobby de la empresa, con la mirada fija en el suelo, sin dirigirle ni una mirada a nadie a su alrededor. Cada paso resonaba con urgencia, su mente completamente enfocada en su omega, en Louis, y en la necesidad abrumadora de estar a su lado.

Al llegar a su auto, no perdió ni un segundo. Se deslizó tras el volante con movimientos rápidos y precisos, encendió el motor y se lanzó a la carretera. Cada semáforo en rojo se convirtió en una molesta pausa, cada vehículo lento en su camino, en un obstáculo en su desesperada carrera hacia el departamento de Louis. Su corazón latía con fuerza, alimentado por la ansiedad y la anticipación de reunirse con su omega.

Cuando llego, la impaciencia lo dominaba por completo. Ni siquiera se detuvo para esperar el ascensor; en su lugar, corrió hasta el tercer piso por las escaleras, sintiendo cada escalón bajo sus pies como un eco de su urgencia.

Una vez en el piso, se detuvo un momento, apoyándose contra la pared para recuperar el aliento y calmar la agitación de su respiración. El corazón le palpitaba con fuerza, latiendo al ritmo frenético de sus emociones desbocadas. Finalmente, tras unos instantes de pausa, extendió la mano temblorosa y tocó la puerta de Louis, con la esperanza vibrando en cada fibra de su ser.

La puerta se abrió lentamente, revelando a Louis con una expresión cansada, mientras se frotaba el ojo somnoliento. Los mechones de su cabello aún estaban ligeramente húmedos, indicando que acababa de salir de la ducha.

Los ojos de Harry se iluminaron al ver al castaño frente a él, aunque cansado, era como si la presencia de Louis le devolviera la energía perdida en su frenética carrera hasta allí.

-Omega- susurró Harry, tomando a Louis por la cintura y enterrando su rostro en su cuello, en busca de algún rastro de su esencia.

Su aroma estaba allí, como una sombra. Ligeramente presente, pero seguía ahí.

-Hola, gatito- susurró Louis con ternura, permitiendo que sus dedos se deslizaran con delicadeza sobre los rizos del alfa, mientras Harry buscaba ansioso su esencia perdida.

-Hola, omega. Te he echado de menos- susurró, emergiendo de su escondite con una mezcla de alivio y anhelo en sus ojos.

-¿De veras me has echado de menos? Han pasado apenas cuatro días, alfa- bromeó Louis, con una sonrisa traviesa, acariciando las mejillas del rizado entre sus manos.

-Lo sé, lo sé- respondió con una leve risa. -Pero me he acostumbrado tanto a tenerte a mi lado, a compartir cada desayuno contigo cada mañana... Y ahora que he descubierto tu aroma, simplemente no puedo imaginarme dejarte ir.- Sus palabras se entrelazaron con un dejo de vulnerabilidad y afecto.

-No me ire a ninguna parte, gatito- respondió con una risa suave y cálida, sintiendo la calidez reconfortante de los labios de Harry sobre los suyos.

Entonces, Harry dejó escapar un suspiro y con una sonrisa cómplice, agregó -¿Has comido ya? ¿Niall te ha alimentado durante tu celo? Porque sino lo mataré- dijo con un tono protector, revelando su lado posesivo con una pizca de humor.

Louis se rió suavemente ante la protección disfrazada de humor de Harry.

-No te preocupes, alfa- respondió Louis con ternura, acariciando el rostro del mayor con suavidad. -Niall se aseguró de que estuviera bien alimentado- agregó con una sonrisa traviesa, disfrutando de la complicidad entre ellos.

El brillo de complicidad en los ojos de Harry se intensificó, y con un gesto gentil, acercó a Louis aún más, como si quisiera protegerlo del mundo entero con solo un abrazo.

Louis, aún en la puerta de su departamento, miró a Harry con una mezcla de cansancio y ternura.

-¿Quieres pasar?- invitó con una sonrisa suave, abriendo la puerta para dejar entrar al alfa.

Una vez dentro, Louis se disculpó con un gesto hacia el interior del departamento. -Disculpa el desorden, no ha sido un celo agradable- comentó con un dejo de incomodidad, consciente del caos temporal que había reinado en su hogar durante esos cuatro días.

Harry asintió con comprensión, pasando junto a Louis y cerrando la puerta detrás de él. Sus ojos recorrieron el lugar, observando el desorden con una expresión tranquila y comprensiva.

-No te preocupes por el desorden-respondió Harry con calma, -Ahora me encargaré de todo. Tu descansa-agregó.

-¿Estas seguro?- preguntó preocupado.

-Si, tu tranquilo- susurro besando su mejilla.

Con un suspiro de alivio, se dejó caer en el sofá, cubriéndose con una manta de lana para sentirse más cómodo.

Con determinación, Harry se sumergió en la tarea de poner orden en el departamento. Cada movimiento era preciso y decidido, como si el simple acto de organizar el espacio pudiera restaurar la paz que tanto ansiaban. Recogió cuidadosamente los objetos dispersos, devolviéndolos a sus lugares designados con paciencia.

Mientras tanto, Louis, se dejaba llevar por la comodidad del sofá. Sus párpados pesaban con el peso del cansancio acumulado, pero aún así, observaba con admiración la determinación de Harry mientras transformaba el caos en orden.

El sonido reconfortante de los objetos siendo colocados en su lugar llenaba el departamento, mezclándose con la suave respiración de Louis. En cada movimiento de Harry, podía sentir el amor y la dedicación que su alfa le brindaba.

Cuando al fin el caos dio paso a la calma, Harry, satisfecho con su trabajo, se volvió hacia Louis, quien ya se sumía en un sueño reparador, y le dedicó una sonrisa llena de cariño antes de cubrirlo con una manta adicional.

Decidido a cuidar de su omega, Harry se dirigió a la cocina. Los aromas reconfortantes de la comida recién preparada empezaron a llenar el aire, despertando el apetito. Con habilidad y precisión, cortó los ingredientes y encendió la estufa, dejando que los sabores se mezclaran en la sartén con un chisporroteo tentador.

Mientras la comida iba tomando forma, Harry sonreía para sí mismo, porque para el preparar la comida era más que solo alimentarse; era una forma de conectar con Louis, de mostrarle que estaba allí para apoyarlo en las pequeñas cosas de la vida.

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