Invierno

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Oficialmente era invierno en Londres, el 22 de diciembre marcaban siete meses desde que habían iniciado su romance. Todo había transcurrido con la rapidez de un torbellino: mudarse juntos, compartir cada rincón del hogar, explorar la pasión en cada superficie de la casa y compartir la misma oficina.

Sin embargo, en esta última semana, algo había cambiado. Louis se mostraba distante, y Harry no podía ignorarlo. Aunque Louis insistía en que todo se debía a la carga de trabajo, el alfa sabía que había algo más, algo que se ocultaba en las sombras.

En un intento por reavivar la chispa, Harry se levantó temprano para hornear un pastel de chocolate con nueces, el favorito de su omega, planeando un romántico picnic para celebrar su séptimo mes juntos. Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando Louis rechazó la idea, negándose incluso a recibir un beso matutino.

La situación alcanzó su punto final cuando Harry intentó abordar el problema, solo para que Louis se excusara con una llamada urgente y la promesa de regresar tarde a casa, dejándolo solo con sus dudas y un corazón pesado.

La incertidumbre se convirtió en certeza cuando, llegado el momento de celebrar su aniversario, Louis ni siquiera reconoció la ocasión. Rechazó el pastel y evitó cualquier muestra de afecto, sumiendo a Harry en un abismo de dolor y confusión.

El sufrimiento no era exclusivo de Harry; Onix, quien no paraba de aullar y quejarse. Murmurando que Louis los había dejado por un mejor alfa, porque dejo de sentir amor por ellos.

Desesperado por encontrar alguna explicación, Harry rastreó cada rincón de la ciudad en busca de su omega: el parque, el supermercado, incluso la biblioteca. Pero sus esfuerzos resultaron en vano, dejándolo sumido en la oscuridad de la incertidumbre y el frío invernal.

Mientras el reloj marcaba las horas y el silencio de la casa se volvía ensordecedor, Harry se aferraba a la esperanza de que Louis regresaria, pero cada llamada sin respuesta y cada mensaje sin contestar eran puñales en su corazón destrozado.

Lloró, no como un alfa, sino como un ser humano vulnerable, perdido en un mar de emociones y preguntas sin respuesta. Porque lo que estaba en juego no era solo su relación, era el vínculo más profundo, el amor de su vida, su omega, su destinado.

La noche se extendió, oscura y silenciosa, con el frío del invierno penetrando los huesos de Harry y con cada minuto que pasaba, la angustia se apoderaba más de su ser.

En su mente, se formaban imágenes de posibles escenarios, cada uno más desgarrador que el anterior. ¿Qué había llevado a Louis a distanciarse de esa manera? ¿Acaso había perdido su amor, su confianza, su lealtad?

La espera se volvía insoportable, pero Harry se aferraba a la esperanza, como una vela titilante en medio de la tormenta. No podía aceptar la idea de perderlo.

El reloj seguía su implacable marcha, marcando el paso del tiempo que se deslizaba entre sus dedos como arena fina. Cada segundo parecía una eternidad, y el se encontraba atrapado en un torbellino de emociones, incapaz de encontrar una salida.

Las horas se desvanecieron en la penumbra de la noche, y el sol, con su tímida luz, comenzaba a asomarse en el horizonte. No había conocido el consuelo del sueño, su mente atormentada por la incertidumbre y el tormento. Con un esfuerzo titánico, se enfundó en su traje, cada prenda pesando como el peso de sus propias preocupaciones, y se encaminó hacia su vehículo.

El rumor constante del tráfico urbano parecía distante, eclipsado por el zumbido ensordecedor de sus propios pensamientos. Era lunes, un nuevo comienzo, una nueva semana por delante, y sin embargo, la pesada losa de la incertidumbre pesaba sobre sus hombros.

Al llegar a la oficina, fue recibido por miradas furtivas, gestos de preocupación apenas disimulados. Su aspecto desalineado, sus ojos cansados, su aura cargada de tensión, todo ello era un eco silencioso de la tormenta interior que lo consumía.

A pesar de todo, se sumergió en su trabajo, aferrándose a las tareas cotidianas como un náufrago se aferra a un pedazo de madera a la deriva. Pero incluso entre los informes y las reuniones, la sombra de la preocupación seguía acechando, porque Louis tampoco había asistido a trabajar.

Tomó nuevamente su teléfono, marcando el número de Louis por milésima vez en las últimas horas, pero seguía sin respuesta. Llamó a Liam, pero tampoco respondió. Ni siquiera Niall atendió cuando intentó comunicarse con él.

Definitivamente, algo había sucedido, y él iba a ser el último en enterarse.

Con el corazón en un puño, se levantó de su silla, sin siquiera saludar a nadie, y se dirigió hacia la salida.

Sin perder un segundo, se subió a su auto y se encaminó hacia la casa de Liam, con la esperanza de encontrar alguna respuesta, algún indicio de lo que estaba pasando. El camino se extendía ante él, interminable y tortuoso, mientras su mente se llenaba de preguntas sin respuesta y su corazón latía con la fuerza de la angustia y el miedo.

Pero a pesar de todo, no iba a rendirse. No hasta que supiera la verdad, no hasta que encontrara a Louis y pudiera enfrentar lo que fuera que estuviera pasando juntos.

Y justo en ese momento parecía que el mundo estaba diciendo algo, porque había comenzado a nevar, todo volviéndose blanco de un segundo a otro, haciendo que bajara la mirada para prender la calefacción del auto. Todo iba bien, hasta que ese mínimo movimiento hizo que no viera el auto que venía de frente.

El crujido metálico resonó en sus oídos mientras el impacto sacudía su mundo. El tiempo pareció detenerse por un instante, el corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras el caos se desataba a su alrededor.

El frío de la nieve se filtraba en sus huesos, el dolor y la confusión nublaban su mente. Las luces destellaban en el cielo, las sirenas resonaban en la distancia, y él se encontraba atrapado en un remolino de emociones, incapaz de encontrar una salida.

El eco del accidente resonaba en su cabeza, una advertencia silenciosa de los peligros que acechaban en cada esquina, en cada giro del destino. Por un momento, se preguntó si esto era el castigo por su obstinada búsqueda de respuestas, por su negativa a rendirse ante las fuerzas que conspiraban en su contra.

Pero en medio del caos y la confusión, una certeza se aferraba a su alma como un ancla en medio de la tormenta: no importaba lo que sucediera, no importaba cuán oscuro se volviera el camino, él seguiría adelante, seguiría buscando la verdad, seguiría luchando por aquellos a quienes amaba, cueste lo que cueste. Porque en los momentos más oscuros, es cuando la luz del amor brilla con más intensidad, iluminando el camino hacia la esperanza y la redención.

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