Luego de un mes y medio, el juicio había llegado a su fin. Conor Murray había sido declarado culpable.
El juez, con rostro impávido, pronunció la sentencia: 15 años de prisión por abuso sexual agravado, 5 años por corrupción de menores y 3 años por maltrato físico y psicológico. Un total de 23 años que, aunque no podrían borrar el daño infligido a Louis, al menos le brindarían un mínimo de justicia.
El silencio en la sala era sepulcral. Los ojos de Harry, llenos de rabia, se clavaron en el rostro del juez. Su abogado, con un gesto sombrío, le susurró que aún podían apelar la sentencia.
-Señor juez -pidió la palabra, poniéndose de pie-, ¿usted cree que veintitrés años son suficientes? Mi omega, en ese entonces con quince años, fue literalmente comprado por un hombre diez años mayor. Este individuo no solo lo forzó a ser su novio, sino también a realizar tareas que dejaron de lado sus prioridades como estudiante, impidiéndole tener contacto con otros adolescentes de su edad. Luego, abusó de él día tras día durante años y lo obligó a consumir supresores. Estas mismas drogas han hecho que mi omega no pueda vivir sin ellas. ¿Realmente cree que con veintitrés años de cárcel logrará que mi omega olvide a ese bastardo? -gruñó Harry.
Louis permaneció en silencio, al lado de Harry. Mordía su mejilla interior con fuerza, consciente de que si levantaba la mirada, se encontraría con la mirada de Conor, y eso probablemente desencadenaría una reacción visceral. Así que, en un acto de autodefensa, mantuvo sus ojos bajos y dejó que su alfa protestara.
El aire en la sala se cargó con la ira de Harry. Gritó, liberando sus feromonas enojadas como un lobo acorralado. Cada palabra era un rugido contenido, una lucha por justicia y venganza. Louis podía sentir la tensión en el ambiente, como una cuerda a punto de romperse.
El juez, imperturbable, observaba la escena. Las palabras de Harry resonaban en la sala, pero el veredicto ya estaba dictado. Veintitrés años de prisión. ¿Era suficiente? Louis no sabía si alguna cantidad de tiempo en la cárcel podría borrar el dolor que había experimentado. Pero al menos, en ese momento, tenía a Harry a su lado, luchando por él.
Conor, permanecía inexpresivo. Su mirada no se cruzó con la de Louis, pero su presencia era como un veneno en el aire. Louis se preguntaba si algún día podría superar todo esto, si podría sanar. Pero por ahora, solo podía aferrarse a la esperanza de que esos veintitrés años trajeran algo de paz y justicia a su alma herida.
El juez, con voz firme, declaró -Se cierra la sesión.-
Los murmullos y la tensión en la sala se disiparon lentamente. Harry y Louis intercambiaron una mirada cargada de emociones: alivio, tristeza y una chispa de esperanza.
El silencio se apoderó de la sala mientras todos se levantaban y abandonaban el recinto, llevando consigo el peso de lo ocurrido.
Harry suspiró, pasando su mano anillada por sus rizos. Se preguntaba por qué mierda no había matado a Conor Murray cuando tuvo la oportunidad. ¡Qué imbécil! Su lobo gruñía y arañaba su pecho, deseando salir corriendo en busca del abusador y arrancarle la garganta con sus dientes. Pero no lo hizo. Simplemente suspiró, cerrando los ojos hasta que sintió la fría mano de Louis tomar la suya. Sus ojos se abrieron, y allí estaba su omega, su destinado, el amor de su vida.
-¿Podemos ir a casa, por favor?- pidió Louis, con apenas un hilo de voz.
Ambos estaban sumidos en un profundo cansancio, una fatiga que se había arraigado en cada fibra de su ser. Habían sido días interminables, sin el lujo de un descanso reparador. Desde el amanecer, su rutina estaba marcada por la urgencia: la carrera hacia la empresa, las horas en el juzgado, los trámites burocráticos, y un sinfín de responsabilidades que los absorbían por completo. Entre reuniones agotadoras y desplazamientos frenéticos, el tiempo para sí mismos se evaporaba, dejándoles apenas espacio para respirar. No tenían la oportunidad de disfrutar de la intimidad que anhelaban, de perderse en besos apasionados o de intercambiar palabras de amor y consuelo. La vorágine de obligaciones los mantenía en un estado de constante tensión, agotando sus cuerpos y ensombreciendo sus corazones.
Harry asintió con pesar, sintiendo el peso del agotamiento y la tensión en cada fibra de su ser. Con cuidado, ayudando a Louis a levantarse del banco donde habían estado esperando..
El trayecto hacia casa fue silencioso, sus mentes llenas de pensamientos no dichos. Pero al llegar a su hogar, Harry abrazó a Louis con fuerza, pegándolo a su pecho mientras lo marcaba con su olor, prometiéndose a sí mismo que haría todo lo posible para protegerlo y hacerlo sentir seguro.
Mientras cerraban la puerta detrás de ellos, Harry susurró suavemente:
-Te amo, Louis. Siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.-
-Yo también te amo, alfa. ¿Pero podemos ir por favor a la cama? Creo que me desmayare en cualquier momento- Louis respondió con un susurro cargado de agotamiento y necesidad. Sus palabras, casi arrastradas por la fatiga, revelaban la urgencia de encontrar reposo. Mientras se despojaba de los zapatos y los arrojaba descuidadamente, Harry, con su gentileza característica, los recogió y los colocó ordenadamente junto a la entrada, junto a sus propias botas.
-Esta bien, omega- asintió con empatía al ver a su omega despojarse de las prendas que lo habían mantenido atado a un día agotador. Con movimientos cansados, Louis se deslizó entre las sábanas, liberándose del peso del día y entregándose al abrazo reconfortante del lecho.
-Gracias, Harry- susurró Louis con gratitud palpable en cada palabra. -Eres lo mejor que me ha pasado. Agradezco que seas mi destinado. Te amo, alfa- ronroneó al final, permitiendo que el sueño lo envolviera en su cálido abrazo, confiando plenamente en el amor y la protección de su alfa.
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Vínculos Profundos
RomanceEn un mundo donde las jerarquías laborales estaban marcadas por prejuicios injustos, Louis encontró su escape. Trabajando con el apuesto y amable alfa Harry en la empresa Styles, dejó atrás a su antiguo jefe, un insensible idiota que había limitado...