Dolor

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No había sido un celo fácil, definitivamente no. Apenas recordaba nada, su cuerpo dolía, cada parte de su ser se resentía.

Agradecía haber cerrado la puerta de entrada con firmeza, pues aparentemente Onix no había logrado salir del departamento.

Con los ojos entrecerrados, se incorporó de la cama, vestido solo con unos simples calzoncillos, observando cómo la mesa ratona estaba volcada y varias cosas yacían rotas en el suelo. Moría de hambre, pero temía que cualquier cosa que ingiriera provocara náuseas. En ese momento, solo ansiaba agua, un buen vaso de agua fría.

Abrió la heladera con torpeza, tomó una botella de agua y la dirigió desesperadamente hacia su boca, mojándose en el proceso.

Mientras bebía el agua con avidez, su mirada vagaba por el caos que reinaba en el departamento. Los muebles estaban desordenados, almohadones por el suelo y algún que otro adorno roto. Su propia mano estaba ligeramente lastimada, aunque no recordaba cómo se había hecho daño.

A medida que el agua calmaba su sed, los recuerdos de los últimos cuatro días de celo se desvanecían en la oscuridad de su mente. Nunca antes había experimentado un celo tan agónico y desgarrador.

Se tambaleó hacia el baño, necesitaba lavarse la cara y tratar de recomponerse. El reflejo en el espejo le devolvió una imagen desaliñada y fatigada. No sabía qué había sucedido durante ese tiempo perdido, y tampoco estaba decidido a descubrirlo.

-Maldita sea, Onix ¿qué nos has hecho? Me duele todo -gruñó, pasando su mano por su cabeza mientras salía del baño y comenzaba a recoger algunas de las cosas del suelo.

El dolor en cada músculo era una constante que lo recordaba de manera implacable del tormento que había experimentado. Mientras recogía los pedazos de cristal y trataba de enderezar lo que podía, su mente se dirigía hacia Louis, extrañándolo con cada fibra de su ser.

No le llevó mucho tiempo ordenar, tampoco iba a realizar una mega limpieza cuando sentía como si mil elefantes hubieran pasado por encima suyo. Ahora, solo quería recostarse en la cama y dormir unas horas más para así poder reunirse con su omega. Oh, dulce omega.

Suspiró mientras se dejaba caer sobre la cama, deseando que el reposo le trajera algo de alivio, pero entonces el timbre sonó. ¿Quién demonios podía ser? Tal vez, si lo ignoraba, se iría; quizás era el cartero. Pero no, el timbre seguía sonando persistentemente. Así que no tuvo más remedio que levantarse de su cama, aún con los ojos entrecerrados por el cansancio, y dirigirse hacia la puerta.

Después de deshacer las múltiples trabas, abrió la puerta, encontrándose con un omega muy sonriente, quien al verlo, no tardó en saltar sobre él y enredar sus piernas alrededor de su cintura.

Harry gruñó de dolor al sentir la presión en sus músculos adoloridos, pero no se separó de Louis. Lo abrazó con fuerza, permitiendo que su omega lo rodeara con ternura mientras se sumergía en su cuello.

Louis, entre caricias reconfortantes, sintió la tensión en los músculos de Harry y, con un toque de complicidad, se desenredó suavemente diciendo: -Traje sopa de pollo.-

Harry, aunque sorprendido por el repentino cambio de tema, no pudo evitar sonreír ante la ocurrencia de Louis. Agradecido por el gesto de su omega, se apartó con cuidado, dispuesto a disfrutar de la sopa y de la compañía reconfortante de Louis.

-Gracias, Omega-susurró ronco, parpadeando lentamente mientras dejaba que Louis pasara-. Deja que abra una ventana, debe apestar a alfa en celo -rió cansado-. Lo siento.-

-Está bien, gatito -sonrió Louis viendo cómo Harry abría la ventana del living-. Voy a calentar la sopa, debes tener hambre -dijo caminando hacia el microondas.

Harry no dijo nada y se sentó en la mesa. ¿Estaba siendo muy maleducado, verdad? Su cerebro no estaba funcionando muy bien. Hacía cuatro días que no dormía ni comía, y ni siquiera lo recordaba, y Onix no ayudaba; al parecer, él también estaba cansado, ya que permanecía dormido en el pecho de Harry, lo cual era el colmo.

Parpadeó varias veces, intentando no dormirse, pero al parecer, el sueño lo venció por completo. Cayó dormido sobre su mano apoyada en la mesa del comedor, incapaz de resistir los dos minutos que tomaba calentar la comida en el microondas.

Louis, al ver a Harry caer rendido, suspiró con ternura. Con cuidado, terminó de calentar la sopa y luego se acercó a Harry, besando su mejilla con delicadeza.

-Alfa, sé que estás cansado. Pero debes comer algo, luego puedes dormir -llamó-. ¿Has comido algo durante tu celo? Por favor, dime que sí.-

La preocupación en la voz de Louis era evidente. Sabía lo agotador que podía ser un celo, y ver a Harry tan exhausto y desorientado le llenaba de angustia. Esperaba que, a pesar de todo, Harry hubiera encontrado la manera de cuidar de sí mismo durante esos días difíciles.

-Mhm, Omega. Voy a vomitar si como algo.- gruño frunciendo el ceño.

-Gatito, debes comer. Por favor.- pidió.

Louis, con ternura y preocupación, tomó una cuchara cargada de sopa y con paciencia, comenzó a alimentarlo suavemente.

Mientras Harry tomaba los bocados, Louis notó la herida en su mano y frunció el ceño con preocupación. Acarició con suavidad los dedos de Harry, examinando la lesión con cuidado.

-¿Qué te pasó en la mano? -preguntó Louis con voz suave, sin querer interrumpir el proceso de alimentación pero consciente de la importancia de cuidar la salud de su alfa.

Esperaba que Harry pudiera recordar lo que había sucedido, o al menos proporcionar alguna pista que les ayudara a entender mejor lo que habían experimentado durante esos días turbulentos de celo.

-No lo se- respondió.

Louis frunció el ceño ante la respuesta de Harry. Sabía que la confusión y el agotamiento podían nublar la memoria, pero la falta de recuerdo sobre la lesión en la mano lo inquietaba.

-Muy bien, grandulón. ¿Vamos a la cama, sí? Debes descansar -dijo Louis.

Con cuidado, Louis ayudó a Harry a levantarse de la mesa y lo condujo hacia la habitación. Harry, aún aturdido por el cansancio y la confusión, siguió los pasos de Louis con pasos pesados.

Una vez en la cama, Louis se dejo envolver por Harry en un abrazo cálido, sintiendo el peso del agotamiento en el cuerpo del alfa.

En pocos minutos, el cansancio y la oscuridad de la habitación empezaron a abrumar a Harry, y sus párpados se cerraron lentamente.

Louis observó con ternura cómo Harry se sumía en un sueño profundo y reparador. Con delicadeza, se inclinó hacia él y susurró con amor:

-Descansa, alfa. Luego hablaremos, te amo -sus labios rozaron suavemente los de Harry, quien dormía profundamente, ajeno al mundo que lo rodeaba.

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