Lobito

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Louis ascendió lentamente por las escaleras, su corazón suavemente mientras se acercaba a las dos puertas que se alzaban frente a él. Una ostentaba una gran "H" en color verde, mientras que la otra lucía una "G" en tono violeta. Tras una breve vacilación, Louis giró la perilla de la puerta marcada con la "H" y cruzó el umbral hacia la habitación.

El ambiente que lo recibió fue reconfortante. Una pequeña cama de una plaza, cubierta con un acolchado de autos de colores vivos, se destacaba en el centro de la habitación. El rizado, sumido en sus pensamientos, yacía envuelto en las sábanas, con su rostro oculto entre las almohadas.

Con una sonrisa suave, Louis se acercó con paso ligero, sintiendo el ambiente acogedor que envolvía la habitación. Observó cada detalle cuidadosamente: un estante repleto de libros alineados con precisión, un par de posters que adornaban las paredes con imágenes de la formula 1 y personajes de cuentos, y una variedad de juguetes dispersos por el suelo, testimoniando los momentos de diversión y risas que habían llenado aquel espacio.

-Alfa -susurró Louis con ternura, dejando que su voz resonara suavemente en la habitación. -¿Onix? -murmuró con delicadeza, colocando una mano reconfortante sobre el hombro del alfa.

Onix, con una expresión mezclada de sorpresa y vulnerabilidad, levantó la mirada para encontrarse con la de Louis.

Antes de que pudiera articular una palabra, Onix actuó por impulso. Extendió los brazos y atrajo a Louis hacia sí, rodeándolo con fuerza, como si quisiera protegerlo del mundo exterior. Con movimientos decididos, abrió espacio en la cama y acomodó al omega junto a él, aferrándolo con fuerza.

-Mío -gruñó Onix, dejando caer su cabeza sobre el pecho de Louis.

Louis respondió con una sonrisa, reconfortando al alfa al pasar su mano por sus rizos.

-¿Qué es lo que sucede, lobito? -preguntó Louis con suavidad.

Onix gruñó en respuesta, buscando refugio en la cercanía de Louis. Sus instintos primarios lo impulsaron a olfatear el cuello del omega en busca de su aroma reconfortante, pero se vio frustrado al encontrar un vacío en lugar de la fragancia familiar. En un acto de desesperación y anhelo, pasó su lengua por el cuello de Louis, buscando cualquier rastro que pudiera calmar su inquietud y conectarlo con la esencia de su omega.

Mientras sentía los gestos de angustia y necesidad de Onix, Louis susurró -Alfa, cariño, estoy aquí -acariciando con dulzura la espalda del alfa-. Alfa, no genero aroma, sabes que no. No hay nada allí. Alfa, detente.-

En ese mismo instante, Louis se sintió incompleto, incapaz de satisfacer las necesidades biológicas de su alfa, lo que exacerbó su sensación de impotencia y preocupación.

Onix siguió lamiendo, buscando desesperadamente algún rastro de limón, miel o canela en la piel del omega. Sus lágrimas se mezclaron con su frustración al no encontrar absolutamente nada que pudiera calmar su angustia.

Cada lamida era un intento desesperado por reconectar con la esencia de su omega, sin embargo, cada lamida solo revelaba la ausencia de ese aroma, dejando al lobo sumido en un mar de desesperación.

Sus lloriqueos y gruñidos eran un eco de su dolor interior, una expresión de la profunda necesidad de conexión y consuelo que ardía en lo más profundo de su ser. A pesar de sus esfuerzos, Onix se enfrentaba a la cruda realidad de la ausencia, una realidad que lo dejaba más vulnerable y desamparado que nunca.

-Onix, amor, sé que estás buscando algo que no está allí -murmuró, mientras acariciaba con delicadeza la mejilla del alfa-. Pero estoy contigo, aquí y ahora. No necesitas mi aroma para saber que estoy a tu lado.-

Onix asintió con pesar, y con un gesto lleno de arrepentimiento, besó el lugar donde había lamido. Apoyando su cabeza nuevamente en el pecho del omega, cerrando los ojos, y permitiéndose perderse en el sonido constante y reconfortante del corazón de Louis, latiendo en un ritmo tranquilizador.

-Esta bien, alfa. ¿Mañana hablaremos de esto, si? Ahora descansa.- susurró besando la cabeza rizada.

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