Fuimos buenos amigos

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Cuarto de Joaquin

Erika leía un libro echada en la cama sin hablar, la cena del matrimonio Salas había sido por demás silenciosa, Joaquin no quiso romper el hielo porque quería que de verdad se calme ya que la notaba bastante enojada y frustrada.

Joaquin apagó la luz principal y se metió a la cama dejándola con la luz de la lámpara que tenía a su lado.

— Si te molesta la luz puedo dejar de leer y apagarla —habló con sus ojos pegados al libro

— No me molesta que leas y lo sabes, pensé que darte tiempo para respirar ayudaría a que te calmes pero sigues hablándome golpeado —la miró— no merezco que me hables así y menos que no me mires como si hubiese hecho algo malo.

Ella lo miró con los ojos rojos y él la abrazó

— Perdóname bonito no sé que me pasó... no debí comportarme así en tu trabajo, pero es que esa chica...

— Eso ya no importa... —ella se acurrucó— lo que quiero saber es porque estás así y porque regresaste si se suponía que yo iría por ti.

— Luciana no negó que te coqueteara —cortó el abrazo— ella simplemente no lo negó

— Pero... no entiendo ¿Porqué hablaron de eso?

— Hablamos de varias cosas y salió el tema, yo me puse histérica y la confronté, no creí que sus palabras y sus justificaciones lo confirmarían...

— Erika yo jamás te he faltado el respeto y no lo haría ni con tus amigas o personas de mi trabajo, acabamos de casarnos ¿cómo podría hacerte eso? Además yo te amo y eres lo mejor que me ha pasado en la vida, no tengo que buscar nada que ya no tenga contigo

— ¿Me lo juras? —preguntó con sus ojos rojos

— No tengo porque jurártelo porque ya lo hice el día que nos casamos y lo haga cada noche cuando te digo que te amo antes de dormir —ella asintió— pero si te da tranquilidad, te lo juro, en todo caso debería ser yo el preocupado no tu, créeme

Sonrió y ella negó

— Luciana dijo que eras inteligente e interesante...

— ¿Y eso que? —se empezó a reír y ella se enojó

— Pues que lo eres y así como me embobaste a mí, cualquier mujer puede ver eso en ti y más...

— ¿Que más podría ver? —le sonrió y volvió abrazarla— cuéntame...

— Pues... que eres amable y tienes temas diversos de conversación —él asintió— eres dulce y bastante tierno aunque se te vea serio... cocinas riquísimo y eres ordenado dentro de tu desorden —miró su escritorio lleno de papeles— susurras en mi oído en las noches cosas lindas después de hacer el amor... eres intenso y cariñoso...

— ¿Te das cuenta que todo lo que acabas de decir lo sabes porque eres mi mujer y estás conmigo? Nadie más sabe eso así que tranquila nadie me va raptar —ambos sonrieron

— Lo siento —lo abrazó fuerte y suspiró— me disculparé con la recepcionista

— Que bueno que lo digas —la besó en la cabeza— ella tiene escasos días de haber ingresado y la noté bastante nerviosa, sé lo que es ser nuevo y querer dejar tu mejor impresión sobretodo en un buen trabajo —ella asintió— le dije que podía tutearme si se le hacía mejor pero todo con respeto, nada con mala intención

— ¿Si pero y tu anillo?

— En mi dedo desde que tu misma lo pusiste en la iglesia —ella asintió y él la besó en la cabeza— últimamente me siento algo extraño en el trabajo —ella cortó el abrazo y lo miró— desde que nos casamos me dicen señor y tengo veinticuatro —ambos sonrieron— creo que por eso le pedí que me tuteara —ella asintió— también debo admitir que cuando tuve contrato fijo y empecé con el caso del congresista ya todos me miran de otra forma... es como si eso me hubiese dado peso y me hubiese hecho ganar experiencia y edad —le sonrió

Estúpido CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora