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Era una tranquila cena familiar, lo único que se escuchaba en ese gran comedor era el choque de los cubiertos contra los platos, Quackity se encontraba nervioso, quería gritarle a todo el mundo que alguien le gustaba, que la persona que le había robado el corazón, era una persona encantadora. Era un chico especial.
-Mamá, papá -sus orbes marrones se encontraron con los de su hermano mayor- Alexis -sonrió levemente- Tengo... Algo que decirles -una boba sonrisa se le dibujó en el rostro.
-¿Es importante? -preguntó su padre.
-¿Me afecta en algo? -preguntó el de cicatriz un tanto desinteresado, mientras masticaba su bocado.
-No olvides tus modales, Alexis -regañó su progenitora.
-No... -carraspeo la garganta- No es algo tan importante... Bueno, para ustedes no, pero para mí lo es -sus dedos comenzaron a jugar entre sí- Es algo que quiero comentarles porque... Para mí es especial.
-¿Y de qué se trata? -preguntó su padre, mientras, se limpiaba los labios con una servilleta.
-Me gusta un chico -expulsaba su emoción hasta de los poros de su piel- Se llama Karl, va en mi clase y quisie... -lo interrumpieron.
-¿QUÉ? -preguntó el hombre un tanto enfadado- ¿Te gustan los hombres? -cuestionó.
Ambos gemelos comenzaron a ponerse nerviosos ante la reacción de su progenitor, ninguno de los dos quería ser él centro de atención ahora mismo.
-Te-Tengo una pre-ferencia por ellos -respondió en un tono bajo.
-¡Pero eres hombre! ¡Puedes amar a tu padre, a tu hermano, puedes amar a Dios! Pero es enfermo amar a otro hombre, es enfermo amar a alguien de tu mismo sexo, Quackity -miró a su hijo menor con mucho enojo- Te prohíbo volver a ver a ese chico, ¿Me escuchaste? Olvidate de esas puterias.
-Cariño... Creo que deberías relajarte -habló la mujer, intentando aligerar la situación- Nuestro hijo es libre... -la interrumpió.
-¡A nuestro hijo le gusta otro hombre, Margaret! -gritó- No me digas que es normal, porque no lo es -volvió a centrarse en su hijo menor- Solamente espero que sea una estúpida etapa que ahora tienen los adolescentes y que no contagies a tu hermano de esas mariconadas -miró a su hijo mayor- ¿Escuchaste Alexis? O ¿Tú también me vas a decir que te encantan los hombres? -cuestionó enfadado.
El de cicatriz tembló en su asiento cuando su padre mencionó su nombre, se negaba a levantar la mirada para confrontarlo.
-Responde, Alexis -amenazó.
-No, padre... -tragó saliva de forma pesada y miraba sus temblorosas piernas- No me gustan los hombres.
-Lo mío no es una etapa -se abrazó así mismo- de verdad me gusta.. -se quedó callado cuando su padre volvió a centrarse en él.
