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Quackity apretaba los puños mientras daba fuertes pisadas, quería alejarse de todos, escapar de todos.
-¡Quackity! -llamó el de ojos verdosos- Quackity -repitió.
-¡¿Qué?! -dijo desesperado.
-¿Por qué dejas que te trate así? -frunció el ceño.
Desde que el rubio conoció al mexicano, se dió cuenta de lo amable y el gran corazón que tiene, ha querido proteger al menor pero, le ha sido muy difícil con el comportamiento sumiso que Quackity tiene con su hermano.
-¡Porque soy su puto títere! -lagrimas inundaron sus ojos- Se aprovecha de cada oportunidad para demostrarle a mi papá que es mejor que yo en todo.
Rubén miró con pena a su mejor amigo, Quackity era como su hermano menor, no le gustaba verlo llorar, desanimado o ver cómo se aprovecha de su noble corazón. Se acercó al mexicano y lo abrazó, seguro de que nadie los vería, pues todos estaban muy divertidos bailando gracias a Alexis.
-Te ayudaré a escaparte de ese gilipollas -susurró- Encontraremos su punto débil y... Dejará de molestarte.
Lo que el español no sabía, es que Quackity conocía el punto débil de Alexis, pero no podía decírselo a nadie, a pesar de todo, le tenía miedo a su hermano, se había vuelto una persona con poder, digna de temerle.
Quackity correspondió el abrazo de su mejor amigo y se dió la libertad de llorar, intentando ahogar sus sollozos.
-Mejor cuéntame -alejó al mexicano y pasó su brazo por encima de sus hombros- ¿Cómo te fue en tu cita con el emo? -preguntó curioso.
El menor se limpió las lágrimas y una débil sonrisa se le dibujó en el rostro- Conocí a Roier.
-¿Tu socio? -dijo sorprendido.
-Algo así -soltó una pequeña risa- Es su hermanastro, es fanático de los videojuegos y de las películas de terror -Sorbió su nariz- Es un chico muy divertido y quiere mucho a Lusu.
-Ujum... Los estaré vigilando -arrugó un poco el entrecejo- Pero te veo feliz, bien por ti, supongo.
-Me siento feliz cuando no estoy en casa o en este tipo de eventos -hizo una mueca de disgusto.
El de cabello rubio soltó un gruñido- Te entiendo, lo único bueno, es que los niños ricos y las mujeres que vienen, se la pasan divulgando chismes, eso es muy entretenido.
-Pinche vieja chismosa que eres, rubia -soltó una risita.
-Es el vicio, patito -se rascó la punta de su nariz- ¿Tienes hambre? Podíamos ir al jardín y pedir una pizza o unas hamburguesas, o también sushi, el otro día, mi chófer me llevó a comer unas alitas deliciosas -dijo mientras llevaba al mexicano hacia donde aparentemente, estaba el jardín.