¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Alexis se encontraba acostado en su cama, abrazando una almohada mientras hablaba por teléfono, ya llevaba una hora y media quejándose.
-Y las putas porristas salieron a la cancha con patéticos y horrorosos carteles -frunció el ceño- ¿Sabes que es lo peor? ¡Que Quackity aceptó! -aventó la almohada- De todos los malditos gays que pudo elegir, tuvo que elegir a Borja -tomó otra almohada y la lanzó con todas sus fuerzas.
-Capo... -soltó un suspiro- Creí que me habías llamado para hacer negocios, no para hablarme sobre esa extraña obsesión que tienes con Luzio y con manipular a tu antojo a tu hermano.
-¿Por qué te fuiste, cabron? Si te hubieras quedado, ese maldito mocoso nunca habría conocido a Luzu -se levantó de la cama para empezar a caminar en círculos- Yo seguiría teniendo a Quackity en mis manos, mientras que tú... Seguirías siendo tú, un hijo de puta que no le importa nada y nadie más que él.
-¿Intentas que sienta culpa por venderte a tu hermano un par de veces? Pues te equivocas, boludo -soltó una pequeña risita- Mi padre dice que solamente las personas exitosas, logran separar las relaciones con los negocios -hubo un pequeño silencio- Y lo nuestro era negocio, Nevadas, yo te daba información sobre tu hermano a cambio de unos miles de euros y tú... Tú hacías con la información lo que quisieras.
-Precisamente te busqué, no hay nadie que me entienda como tú -sonrió un tanto egocéntrico.
-Eres un tipo raro -dijo el argentino en un tono serio.
-Aun así, sabemos cómo tratarnos -se encogió de hombros.
-No me malinterpretes, Alexis -dijo apurado- Tu hermano me agrada, demasiado, le tengo cariño, pero ya te lo dije, negocios son negocios, y yo ya no vivo en España, ya no puedo ayudarte.
-Te equivocas, puedes ayudarme -una maliciosa sonrisa se le dibujó en el rostro.
-Estoy del otro lado del mundo, boludo.
-Y es por eso que nadie sospechara nada de ti, de mi tal vez, pero lo que piense Quackity de mí me importa muy poco -se acercó a su ventana.
Hubo un pequeño silencio en la llamada, pero segundos después, se escuchó un pesado suspiro y el mexicano agrandó su sonrisa.
-¿En qué te ayudo? -preguntó serio.
-Haremos que esa patética relación se arruine...
"Y él volverá a ser mío."
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.