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Habían dos pequeños azabaches sentados en una mesa, jugando ajedrez, Alexis hizo un movimiento y se tragó a la reina de su hermano.
-Gané -sonrió victorioso.
-No entiendo este juego -ladeó un poco la cabeza un tanto confundido.
-Este juego, se basa en estrategia, Quack Quack -le regaló una calida sonrisa a su hermano menor- Y papá dice, que siempre que hace un negocio con algún socio, es porque tiene una gran estrategia para ganar mucho dinero -dijo mientras guardaba las piezas en su estuche- Supongo que la vida de adulto se basa en muchas estrategias y hay que empezar a nutrir nuestras mentes con este tipo de juegos.
-Pues a mí no me gusta este juego -se cruzó de brazos e hizo un puchero con los labios.
-No te gusta porque siempre pierdes -soltó una pequeña risita- Cuando aprendas a jugar, te va a gustar mucho, es como las matemáticas, no nos gustan cuando no las entendemos.
-Tienes mucha razón -sonrió contento- ¿Quieres jugar atrapadas? ¡Oh oh! También podríamos jugar a las escondidas, prometo esconderme muy bien.
-¡Alexis! -llamó el hombre en un tono firme y grave.
El pequeño con cicatriz miró unos segundos a sus padres y luego dirigió su atención hacía su hermano.
-Papá me habla -dijo desanimado- Jugamos luego ¿Está bien? -preguntó con una pequeña sonrisa.
-¿Por qué no podemos jugar cuando papá está en casa? -preguntó extrañado.
-No pienses en eso... Solo que -lo interrumpieron.
-¿Cuántas veces tengo que llamarte? -dijo el hombre mientras se acercaba- Quackity... ¿Ya hiciste la tarea? -preguntó serio.
El menor negó haciendo ligeros movimientos de cabeza y el hombre arqueó una de sus cejas.
-No sé que estás esperando -tomó la mano de Alexis y comenzó a llevárselo.
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